“La manifestación más antigua y simple del intervencionismo monetario es rebajar el valor de las piezas dinerarias reduciendo su contenido de metal noble o su peso y tamaño……y obligar a saldar los pagos con esa moneda envilecida” (Ludwig von Mises, La acción humana, Capítulo XXXI).   En contra de todos los deseos esperados, en la reunión del Consejo Europeo solamente se decidió convertir el actual Fondo de Rescate en un “Mecanismo Europeo de Estabilidad” permanente a partir de 2013, con los mismos recursos que tiene actualmente (440.000 M€ entregables por los países de la Unión Monetaria sin problemas, 250.000 M€ susceptibles de aportar por el Fondo Monetario Internacional y 60.000 M€ mediante las pertinentes consignaciones del Presupuesto comunitario), previa modificación del Tratado de la Unión Europea (recientemente retocado). Y a su vez en la reunión del Banco Central Europeo (BCE) solamente se decidió ampliar su capital en 5.000 M€, hasta la cifra de 10.700 M€ para seguir manteniendo la oferta monetaria mediante actuaciones puntuales en el mercado abierto.   Algunos políticos europeos, entre ellos los españoles, habían puesto esperanzas (¿quimeras?) en un cambio radical de los instrumentos de política monetaria de la Unión Europea (UE). Y se dedicaron a lanzar nuevas artimañas para “salir del atolladero”.   Primero pensaron que sería una buena idea la duplicación de ese Fondo y su flexibilización para que fuese utilizado de forma preventiva comprando deudas soberanas de los países en apuros o concediendo líneas de crédito a corto plazo con cargo a dicho Fondo, así conseguían que la intervención del país en apuros pasase desapercibida. Pero olvidaron que la cuantía de ese Fondo es un límite teórico que cada uno de los participantes se ha comprometido a aportar llegado el caso concreto (la señal de alarma que lo justifique) y que los contribuyentes de los países sanos están hartos de financiar los despilfarros de las diversas castas políticas de los países que pastorean.   En segundo lugar lanzaron la bonita idea de un Tesoro Federal con capacidad para emitir bonos propios, los famosos eurobonos, que absorbería las distintas deudas soberanas emitidas por cada uno de los países miembros de la UE y así aplacaría las iras de los “mercados”. Dieron por supuesto el altruismo de los contribuyentes de los países que ahora pagan bajos intereses por su financiación a través de Deuda Pública y después tendrán que soportarlos mayores. Pero olvidaron que la existencia de ese Tesoro federal conlleva la armonización (y posterior unidad) de la política fiscal para su correcto funcionamiento; que ambas competencias significan cesión de soberanía de los Estados a la UE y modificación del Tratado vigente; y que el activo del BCE se rellenaría de bonos de menor calidad, envileciendo la moneda.   Y en tercer lugar creyeron que, si el BCE comprase todos los bonos desechados por los mercados financieros, se acabaría con la especulación. Pero olvidaron que la inundación de billetes con cargo a esas deudas públicas, originadas por políticas de rescate, primero de una buena parte del sector privado y posteriormente del público, envilecería la moneda hasta límites insospechados; y que en el actual Tratado de la UE está prohibido que el BCE sirva para financiar a los Estados y para conceder créditos privilegiados.   Los paganos de esta orgía monetaria (alemanes, holandeses, austriacos, daneses) están hartos de cargarse con todos los platos rotos. Recuerdan el nulo valor del marco vigente en aquellos oscuros años que precedieron al nazismo y el ridículo valor del dinar serbio durante la guerra de secesión yugoslava. Pero sobre todo tienen miedo del desgobierno español, porque, según el último informe trimestral del Banco de Pagos Internacionales, España está expuesta al exterior con 989.000 millones de dólares (M$), de los que 216.600 M$ son de Alemania, 201.300 M$ son de Francia, 172.800 M$ de USA y 136.500 M$ de Gran Bretaña. No es extraño que los dirigentes de esos países y los “mercados” (depositantes, ahorradores, aseguradoras, instituciones financieras de ahorro y/o de inversión) tengan los “animal spirits” alterados.

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