Avarice – Greed (foto: Lilou Merlin Very busy) Modo de vida embrutecedor La reflexión, la conciencia crítica y el ennoblecimiento no son más que bagatelas anticuadas frente al vigente automatismo vital, como norma de conducta de esa masa de consumidores que no necesitan pensar. Que se consuman vorazmente los productos arrojados al mercado por los publicistas de los hombres de negocios fabulosos es un signo de los tiempos modernos que desborda su mera significación económica y social, ya que no sólo se ponen en incesante circulación artículos materiales sino que también –y esto es lo más grave- se ofrece llenar las horas de ocio con una bazofia cultural que atrofia los espíritus y estraga las mentes de aquellos que, hundidos de tal manera en la mediocridad, sólo desean ser como los demás, es decir, monos de imitación. En esta vorágine de colonización mental y embrutecimiento masivo, los medios de comunicación (y en especial, la cloaca televisiva) cumplen un papel fundamental. ¿Acaso la hegemonía del “american way of life” ha propiciado semejante degradación, desorbitando el culto universal a Mammon y “lo que no hiciere el dinero no lo hará el diablo”? EEUU ha dejado de ser la tierra de los pioneros y personalidades excepcionales, combinando el individualismo con la libertad política colectiva, para convertirse en un país dominado por las corporaciones, el espíritu gregario y la vanidad exasperada de una ignorancia imperial. De aquel cazador de grandes presas y pequeñas naciones, Theodor Roosevelt, para quien “la lucha agresiva en pos de lo correcto es el deporte más noble que hay en el mundo” hasta Bush II, el pueblo norteamericano ha tendido a identificarse con sus líderes políticos más vulgares. Sin embargo, allí es posible una catarsis (elección de Obama) o especie de regeneración inconcebible en una Europa que produce su propia síntesis oligárquica del reino de la apariencia y aturdimiento donde pasta el animal-rebaño nietzschiano. En torno nuestro vemos a autómatas fabricados en serie y moviéndose y hablando como loros amaestrados al compás de las indicaciones y eslóganes que les llegan del exterior. Para la conciencia europea, el futuro que anunciaban y propugnaban los “nuevos bárbaros” no era menos inhabitable que el pasado de los primitivos. Este sentimiento fue compartido por algunos norteamericanos notables como Henry James o T. S. Eliot, y hasta por el propio Santayana.