Miedo a la oscuridad (foto: stuant63) Miedo y … ¡acción! Alertas amarillas, naranjas, rojas. Una burbuja que se hincha, la mayor nevada del milenio, niños asesinados por el dios del viento, el terrorismo, la crisis, los repúblicos, los banqueros, los exmaestros, los del PP, los del PSOE, ola de frío, ola de calor, la secta, el ideal propio, la razón ajena, el lobo feroz y el lobby judío… qué miedo.   Pero no, algunos no lo sienten en su alma. Es cierto que la ausencia de miedo ayuda más a observar que a pensar profundamente. Por eso es difícil contener la risa mientras se ve despreciar la emoción de las metáforas a los bravos guerreros que marchan una y otra vez a batallas imaginarias. No tener miedo es un problema en la sociedad adicta al miedo fantasioso. Miedo a la propia vida y al propio nombre. Miedo a la posición, miedo al momento, al abandono, a las consecuencias, al fracaso y a la crítica. Miedo al vacío. El miedo encuentra más enemigos que prójimos, siempre es combativo y se rodea de excusas humanas para mantener abierta la vía de escape. El miedo es anónimo, zafio y mentiroso. El miedo es tan insultante como contradictorio e inofensivo. Burke es pertinente ante el miedo, como lo fue ante el fascismo: la pujanza inquieta de la cobardía se ve alimentada si la valiente tranquilidad nunca hace nada para ponerle freno.   Un millón de años de tecnología, para terminar teniendo miedo a las arboladas marítimas, los hielos antárticos y las manos negras que pueblan el televisor. El miedo facticio es un síntoma de lo lejos que ha quedado el sentido de la realidad de los súbditos. Tener miedo es preciso, vivir no lo es. Tener miedo como los animales; miedo de viejo, de racista o de esclavo liberado a la fuerza. Miedo de traidor. Volvamos a pensar en sociedades que alojadas en cómodos chalés, temen los efectos de los incendios y la crecida de las aguas. Veamos a los ciudadanos deseando que gobiernen las mismas personas o grupos que los hastiaron a fuerza de abusos. Sintamos la debilidad de quienes pronostican a voz en grito, como quien ora por lo bajinis, las calamidades que darán la razón a sus arengas de emperador doméstico. Jubilados de lo social, encontrad algún enemigo al que herir y temblad, temblad, malditos.

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