Juan Carlos I y Mohamed IV (foto: elmundo.es) Marruecos ya es España Antes se decía que África comenzaba en los Pirineos. Ahora ya podemos decir que Marruecos es España, por lo menos en términos de régimen político. Marruecos ha contestado a la Primavera marroquí del 20 de febrero, que exigía una democracia para nuestra nación hermana del otro lado del estrecho, con una nueva Carta Otorgada refrendada por “el pueblo” el pasado 1 de julio. Ha sido como una transición española acelerada y concentrada. También en España se respondió con la misma medida: ofrecer al público la Carta Otorgada de 1978. Con ella se quería frenar la exigencia democrática del pueblo español tras la muerte de Franco en 1975. Y se consiguió. Por lo que si sirvió en España ¿por qué no en Marruecos? Marruecos ya es una Monarquía de partidos, como España. El movimiento 20 de febrero de Marruecos se ha opuesto a la Carta otorgada por una razón obvia, la misma que exigió D. Antonio García-Trevijano , la Plataforma y la Platajunta, en la transición española y que seguimos haciendo todos hoy en día ( julio de 2011), a saber, que esa llamada “Constitución” no ha sido el fruto de una Asamblea Constituyente, sino concesión de la “gracia” de un Monarca y sus partidos ante el peligro de las revueltas populares y la voluntad clara y valiente del pueblo de vivir con libertad política y democracia. Una Constitución, en cambio, debe ser el producto de la libertad constituyente y no el capricho del poder absoluto establecido. Cuando no es así se denomina correctamente de la forma siguiente: “Carta otorgada”. También en España la llamada “Constitución de 1978” no merece otro nombre científico que el de “Carta otorgada”, a pesar de que las universidades y los Mass media se empeñen en denominarla “Constitución”. Sin una conquista previa de la libertad política colectiva, todos los derechos y libertades tendrán necesariamente la naturaleza de “otorgados” o “permitidos provisionalmente”. La Carta otorgada significa que siempre puede ser revocada, ya que el pueblo solamente refrenda una decisión ajena, la del monarca absoluto. Esta característica del “otorgamiento” es lo propio del Estado de partidos. En él todo se “otorga” por la gracia del rey o del político de partido o de los mercados, etc., y nada se conquista por los ciudadanos porque está prohibido que los súbditos exijan algo fundamental para el Estado o la forma de Gobierno. Esas dos cosas son competencia exclusiva de ellos: políticos de partido estatalizado. La prueba está en la respuesta de la casta política al movimiento 15M: la policía, la mentira y la manipulación de las mentes de los jóvenes de todas las edades para que mantengan el mismo esquema conceptual y sentimental de “pedir caridad” a la clase política e “insultar a otros” ( a los mercados, a la naturaleza humana, etc.). Siempre hay un miedo terrible al pueblo en la historia de las Cartas otorgadas. En Túnez y Egipto el pueblo ha podido, hasta el momento, conquistar Asambleas constituyentes y están haciendo sus respectivas Constituciones. En cambio, en Marruecos, siguiendo el ejemplo de la transición española, el movimiento 20 de febrero ha sido vencido transitoriamente y Mohamed VI abraza el paradigma partidocrático coronado español. El mismo presidente de Gobierno Rodríguez Zapatero se presentó en Túnez para ofrecer de inmediato el modelo de transición español. Menos mal que los tunecinos no le hicieron el más mínimo caso. Y a la vista de lo cual ni se molestó en ir a Egipto. Sin embargo el rey español sí ha estado con Mohamed VI y las semejanzas entre las dos Cartas otorgadas (la española de 1978 y la marroquí de julio de 2011) son más que considerables. El Monarca ya no se presentará al pueblo, por lo menos al pueblo culto, con la característica religiosa de sagrado. En España es igual: Franco era Caudillo por la gracia de Dios (se puede comprobar mirando las pesetas y duros de aquella época). Y Franco eligió con su gracia divina a Juan Carlos I, por lo que le transmitió su gracia. El Monarca español otorgó la Carta “constitucional” a sus súbditos con esa “rebaja” de que él ya no era como Franco, es decir, no era Rey absoluto por la gracia de Dios. Ahora bien, el rey de Marruecos, como el de España, conservan “constitucionalmente” sus especiales relaciones con su religión identitaria: la musulmana y la católica, respectivamente. La Carta otorgada marroquí de ahora expresamente, como la española, recoge que la persona del monarca es inviolable e irresponsable. Los dos monarcas son “grandes árbitros” para el juego de los partidos y de las comunidades autónomas que en Marruecos llaman simplemente “regiones”. Se crea, en Marruecos, la figura política del “presidente de Gobierno” que, aparentemente, será el responsable de las medidas del poder ejecutivo y que procede del partido más votado. La figura del “presidente del Gobierno” es copiada del Estado de partidos español incluso con el mismo nombre en traducción literal. La Carta otorgada marroquí, como la española, afirma, en conclusión, que la justicia es independiente y que hay separación de poderes. Es necesario, como se sabe, que se afirme tal cosa si se quiere presentar a la Carta otorgada como una Constitución democrática. Pero, al igual que la española, las reglas jurídicas y presupuestarias para conseguirla y, en general, para conseguir una auténtica separación de poderes, no existen en el texto ni en las leyes. Todo, en el reino alauí, sigue el mismo camino de servidumbre fijado en la partidocracia borbónica española: no hay control posible de la clase gobernante ni representación de la mónada o distrito electoral.