Sí, soy abstencionario. No voto ni votaré en un régimen político que se hace llamar democrático a través de todos sus medios, pero se afana en mantener la ausencia de separación de poderes y de representación política de los gobernados, mediante la ideologización. Un régimen alimentado por la continua consigna política carente de argumentos, enteramente emocional y de rápido consumo, cual comida rápida de escaso aporte nutricional. Se nos presenta todo como un gran circo de la polarización. Nadie elige nada, salvo —a modo de excepción que confirma la norma— la familia de partidos de esta partidocracia degenerada.
Y, para aquellos que tienen ojos, para aquellos que los usan para ver, su razón puede concluir, basada en la experiencia, que la abstención no será vehículo de cambio. Que aun suponiéndole una potencia superior, será totalmente indistinguible la abstención técnica de la abstención promovida por gente con conocimiento de las reglas de nuestro régimen político, el cual es necesario deslegitimarlo y cambiarlo para conquistar la libertad política.
El aceite al ser agitado con agua en un mismo recipiente —siendo ambos líquidos y compartiendo muchas características— termina por diluirse en el agua —al menos a nuestros ojos— y por transformarse en algo indistinguible. Entonces nos preguntamos si es agua sucia, si es aceite, si está mezclado y en qué porcentaje. Y nos hallamos errando ante las preguntas sobre la esencia de la sustancia que estamos viendo, con la finalidad de asignarle una palabra que la identifique, para así eliminar la indefinición. Ese es el momento propicio para que dejemos de cuestionarnos, momento propicio para que el tiempo actúe con su entera facultad termodinámica para separar de nuevo de forma natural el agua y el aceite, y mostrar la verdad que era oculta a nuestro entendimiento: el agua y aceite en proporciones fácilmente distinguibles, inteligibles de forma instintiva.
La abstención activa, antes o después, será visible, pues esta es la opción para quienes no quieran participar de la máxima de las patrañas. Por ello, el próximo 4 de mayo ejerce tu derecho político con fuerza, no vayas a votar. Exige las reglas democráticas: la separación de poderes —con elecciones separadas para el poder ejecutivo y el legislativo— y la representación política —donde la votación esté basada únicamente en circunscripciones uninominales, asegurando la disciplina del político hacia el ciudadano—. De esta forma se eliminarán las facciones políticas estatales y se reducirán considerablemente las redes clientelares y los favores debidos y pendientes de pago.
Quedo obligado a consagrarme, por tanto, a la defensa de la abstención activa, en honor al sentido propio del término «elección» y en pos de la instauración de la primera democracia del siglo XXI.
Muchas gracias por este gran artículo, que debería difundirse entre los que aún se tapan ojos y oídos ante los hechos.
Salud y Libertad Política Colectiva.