Es costumbre, entre columnistas, comentaristas y tertulianos, denunciar las incoherencias políticas de los partidos y, después, terminar por achacarlas a una especie de epidemia que anula las voluntades de los actores para conducirles irremediablemente a la pertinaz contradicción. Zanjar de esta manera los asuntos, ocultando su verdadera causa institucional, es resultado de la miopía congénita de los analistas profesionales que han de poblar la prensa y las ondas en esta Monarquía.   Fantástico ejemplo de ello lo tenemos en la reciente tensión entre UPN y el PP respecto a la enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado, presentada por los populares, que ha llevado a la formación navarra a acordar la abstención de sus diputados nacionales. Por pura lógica, tan absurda postura (qué significado podría tener negarse a votar cosa tan señalada como las cuentas públicas), aparte de contraria al pacto entre ambos partidos, está condicionada por el mantenimiento del Gobierno foral (recordamos que en manos de los regionalistas gracias a la abstención de los socialistas navarros). Más allá de esta obviedad, la opinión publicada no da de sí al explicarlo sin perderse en fabulosas tramas de deslealtad.   No hay que caer oscuras adivinaciones para ver que el referido episodio es la consecuencia predecible del choque de intereses contrapuestos entre dos organizaciones de poder, forzado por el mismo entramado institucional del Estado autonómico. Es precisamente el poder, y no lejanos pactos o pasadas batallas, lo que primero cuenta. Y todo es posible gracias a que las jefaturas de gobierno no son elegidas por los ciudadanos, quedando al albur de la aritmética parlamentaria, y su eventual mercadeo entre los delegados de cada partido, sometidos ellos al “aparato” que les coloca en las listas.   Los protagonistas ya no se esfuerzan ni siquiera en ocultar el hecho. Lo hacen los sesudos opinadores al tomar por natural que, previamente a cualquier decisión, se reunieran a almorzar los jefes de ambos partidos, Sanz y Rajoy. Circunstancia que sólo tiene sentido si ambos se saben dueños ciertos del voto de sus parlamentarios. Y no se puede considerar el caso de Santiago Cervera, que todavía no ha desvelado su voto, como una excepción. Se comprobará que si vota en contra de los citados presupuestos será despedido de UPN, pero será acogido en la futura nueva división Navarra del PP. Mariano Rajoy y Miguel Sanz (foto: PP Sueca)

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