Estos últimos días nuestros dirigentes políticos se han precipitado a dar soluciones a todos los problemas económicos que ellos mismos han ido generando por obligarnos a vivir por encima de nuestras posibilidades y han querido plantear de forma atropellada la actualización de las normas laborales que provienen de otras épocas (hecho que conocían). Las exigencias de nuestros acreedores internacionales y el miedo a que se desate el pánico financiero alteran su comportamiento y de forma histérica crean grupos de trabajo paralelos al margen de la estructura ministerial (un Gobierno dentro del Gobierno), piden informes a gabinetes privados de juristas, consejos a grupos de influencia (“los cien economistas”) y a viejas glorias del Partido; y envían informes puntuales a los “dueños de los euros”. La situación se hace cada vez más tensa, la prensa internacional, sobre todo la alemana, pone en entredicho la solvencia, el desgobierno y la inseguridad financiera de España; y airea la posible intervención de la Comisión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Para que esto no suceda, piden ayuda a la Banca privada para salvar a las Cajas de Ahorros y comprar la deuda que están emitiendo constantemente, porque la “Caja Estatal” esta vacía. No les importa dejar sin crédito a los demás agentes económicos (efecto crowding out), incluso invierten una buena parte del Fondo de Reserva de la Seguridad Social en Deuda del Estado (se conceden préstamos a si mismos). Para enredar aun más la madeja institucional convocan a la carrera sendas reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera (Estado y Comunidades Autónomas) y de la Subcomisión de Régimen Económico, Financiero y Fiscal, de la Comisión Nacional de Administración Local (Estado y Entidades Locales) para transmitirles los recortes presupuestarios que van a realizar. Todo para presumir ante los dirigentes europeos en la próxima reunión que tienen la situación bajo control. Y los ciudadanos que integran la sociedad civil, asfixiados por tantos mandarines (europeos, estatales, regionales, provinciales, comarcales, municipales) que los tratan como a un conjunto de inválidos morales o siervos de la gleba, observan con indiferencia el miedo escénico de estos títeres del Estado de Partidos, que nos pueden llevar a la ruina económica y social.