Libres, lo que se dice libres, podemos afirmar que lo somos, de una manera individual al menos. Parece que nada nos impide hacer lo que consideramos oportuno, siempre y cuando respetemos los derechos de nuestros conciudadanos, pero a nivel colectivo… ¿Podemos decir que somos libres a nivel colectivo?
Muchos lo afirman, lo gritan a los cuatro vientos e intentan convertir una mentira repetida en verdad, porque, por mucho que se proclame, estamos muy lejos de la libertad, de la libertad colectiva.
Yo, como gobernado español, soy libre para votar, si quiero, a un partido político o a otro, y la suma de las libertades de voto de todos mis conciudadanos arrojará un resultado electoral que permitirá repartir proporcionalmente los escaños del Congreso de los Diputados. ¿Pero por ello podemos decir que somos libres o es un espejismo?
Son ellos quienes eligen al presidente del Gobierno. Y tanto ellos como los miembros del Gobierno no pueden ser revocados de sus cargos en caso de que cometan cualquier tipo de fechoría. ¿O acaso tenemos esa facultad por el hecho de haber dotado la elección de pompa y boato? ¡No!
Colectivamente no podemos definirnos como ciudadanos libres. El Estado de partidos impide nuestra libertad colectiva. Se trata de un régimen de partidos derivado del franquismo. Entonces contábamos con un solo partido estatal: la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS). ¿Y qué tenemos ahora? Lo mismo, pero multiplicado: un grupo de partidos que vive de las subvenciones del Estado (o sea de tus impuestos y de los míos).
Si consiguiéramos modificar el régimen de partidos, en su concepción actual, rompiendo el eje de conexión con la subvención estatal e incorporando los diputados de distrito, nos encontraríamos con representantes elegidos directamente por los ciudadanos, ante los cuales responderían por sus actos y verían peligrar su posición como representantes en el momento en el que se confundieran en el camino —el camino que prometieron y que los llevó a la posición en la que se encuentran—.
Hasta ese momento, ¡disfruta de lo votado, amigo!, pero en ningún caso te llames ciudadano libre porque te estarías haciendo trampas al solitario.