Padre e hijo (foto: ZOBEL) Libertad colectiva y lealtad republicana Una de las realidades más misteriosas del universo, que vemos aparecer en la especie humana como hecho consumado, es la libertad colectiva. Su origen podría situarse, no obstante, al inicio de la vida celular, con la aparición de la membrana de la célula y el metabolismo. Si en la vida humana asistimos, conscientemente, a la instauración de la libertad colectiva, con la vida celular nace, biológicamente, la libertad en el seno de lo orgánico, en estrecha relación con lo inorgánico y con cierta independencia del medio circundante; independencia relativa, es cierto, puesto que la vida celular depende de la materia exterior para subsistir y es además revocable, arrebatada finalmente al seno de la materia denominada con cierta imprecisión «inerte», insertada en el también indefinible reino de la «muerte». El descubrimiento por Antonio García-Trevijano de la lealtad «como uno de los principios ordenadores de la evolución del universo y de la vida» (Teoría pura de la República, 2010) arroja una nueva luz ?y ahonda el misterio? sobre el problema específico de la libertad colectiva y el más genérico de la libertad en la naturaleza. «En virtud de principios de coherencia y continuidad en la evolución de la materia ?dice Trevijano?, la lealtad cósmica precedió y dio sentido armonioso a la aparición de la biológica y la humana. La lealtad está comprendida dentro del universal principio de continuidad de la materia. De este modo, la libertad encuentra su fundamento en la lealtad de todo lo natural a la propia naturaleza. Desde la formación de mares y cordilleras hasta las primeras células, la lealtad desplegó su innata función para asegurar el éxito de las innovaciones útiles para la evolución creadora del universo: siendo natural, lo nuevo es leal a lo viejo que muta.» Y si podemos rastrear el origen de la libertad en el seno de la materia inorgánica, «los profundos secretos genéticos de la lealtad», según el autor de la Teoría pura de la República, nos adentran también en la realidad de la vida y de la libertad. «Los alotipos ?continúa?, ínfimas mutaciones que ocurren en porciones no codificadoras del ADN, que al parecer no están sujetos a la selección natural, tienden a persistir en las transmisiones genéticas. En ellos están genéticamente arraigadas las lealtades familiares, éticas y vecinales. Hecho que será decisivo para la identificación tópica de la residencia local primigenia e irreductible de la lealtad republicana.» Por ello, parafraseando sus palabras, podemos afirmar que tanto la libertad, presente en la materia viva, como la lealtad, omnipresente en la materia inerte y en la orgánica, aunque ocultas «en la creciente complejidad de los fenómenos vitales determinados por la incidencia del azar en lo organizado», ambas pueden ser consideradas como dos de los principios rectores de la evolución del universo y de la vida. Por último, para unir formalmente la libertad colectiva de la especie humana y la lealtad cósmica de la naturaleza, con la vida política, social y moral; para demostrar su viabilidad evolutiva; sólo queda conquistarla mediante una acción pacífica y conjunta, instaurando en el mundo ?y por primera vez de forma celosa y pulcra? la República Constitucional, un sistema político de instituciones inteligentes, que al garantizar la libertad política y la lealtad republicana, se opondrá a los abusos del poder haciendo patente que es posible en esta tierra una vida pública libre, leal, digna y responsable.