Ahora que están recientes las elecciones locales y cercana la constitución de las nuevas Corporaciones locales, conviene acercarse a ese mundo local muchas veces olvidado y minusvalorado. Mucha gente se refiere a él hablando del inmenso conjunto de los Municipios (8.116), en definitiva son las instituciones principales. En este ámbito, es donde comienza la democracia. En cada núcleo de población, barrio, distrito (en la Atenas de Clístenes se llamaban demos) de las ciudades es donde se desarrolla la interacción humana que conlleva la discusión y elaboración del “cuaderno de quejas” (y no solo en el barrio del Centro). Los representantes de cada uno de ellos lo llevarán a la asamblea del municipio (Ayuntamiento). Nuestra realidad local actual es compleja, así nos la han ido fabricando nuestros antepasados de generación en generación. Nos han legado un enjambre de Entes locales que se solapan y se contradicen. Además de los Municipios existen otros entes que sirven para ayudarles a realizar obras y servicios públicos que en solitario no podrían realizar, como es el caso de las Diputaciones Provinciales (38 más 3 forales), los Consejos y Cabildos Insulares (11), las Comarcas (81), las Mancomunidades (1.016), las Agrupaciones de Municipios (78) y las Entidades Metropolitanas (4). Otros sirven descentralizar funciones en algún núcleo de población separado (3.722). Por si fuera poco, este puzzle local nos lo han ido complicando cada vez más, con la falsa finalidad de gestionar los servicios locales de forma más eficiente. En esta orgía organizativa han ido llenando a las entidades locales de órganos y formas de gestión variopintas, hasta hacerlos incomprensibles: órganos ordinarios de Administración (Concejalías, Departamentos, Direcciones, Servicios), órganos diferenciados (Biblioteca municipal), organismos autónomos (Gerencia Municipal de Urbanismo de Alicante,……), entidades públicas empresariales (Donostia Kultura) sociedades mercantiles de la Entidad local (Transportes Urbanos de Sevilla) o instituciones o empresas privadas que han firmado una concesión, un arrendamiento o un concierto con la Entidad local para gestionar dicho servicio local. Y para rizar aun más el rizo local, una maraña de Entes públicos y semipúblicos interviene en la dirección y gestión de los servicios locales elementales (captación y distribución de agua potable, alcantarillado, recogida de basuras, pavimentación y limpieza de calles, alcantarillado, parques y jardines, etc.). Así inventan Consorcios, Sociedades administrativas y Fundaciones públicas cuyos socios son los mismos municipios, las mancomunidades, las diputaciones y otros entes locales. Y estas a su vez crean otro ramillete de empresas, etc. Para ilustrar este galimatías veamos un ejemplo: en el término municipal de Barcelona (*) desarrollan competencias el Ayuntamiento de Barcelona, sus organismos autónomos, entidades públicas empresariales y sociedades mercantiles; también ejercen competencias el Estado, la Comunidad Autónoma de Cataluña con sus múltiples tentáculos, la Diputación Provincial de Barcelona en las pocas competencias que le quedan, la Comarca del Barcelonés, las dos Entidades Metropolitanas, las dos Mancomunidades en las que participa, una multitud de Consorcios y unas cuantas empresas públicas. Nuestra realidad local está repleta de cientos de ejemplos. Llegados a este estadio cabe preguntarse: ¿Son necesarios tantos entes y órganos para gestionar los servicios locales? Como republicanos demócratas debemos decir NO y apoyar cualquier reforma que ponga orden, lógica y sentido común a este desmadre organizativo que está hundiendo la gestión de los servicios públicos locales, repleta de deudas (como vamos a ver estos días cuando se constituyan las nuevas Corporaciones locales) y pasto de muchos descerebrados que la utilizan para destrozar la nación española (o lo poco que queda de ella). Todo es mucho más sencillo: las funciones locales las puede realizar el municipio que tenga unas dimensiones adecuadas (mínimo de 5.000 habitantes, por ejemplo) con uno o varios núcleos de población (distritos, barrios o pueblos) y con los medios que considere más óptimos para llevarlas a cabo con eficacia y eficiencia. Y aquellas funciones que no puede realizar porque trascienden sus límites o porque hay razones de economía de escala, las ejerce la Provincia o el Distrito, en caso de que haya más de uno dentro de ella. Así de sencillo y de barato. (Continuará)