Spanishrevolution-Acampadasol (foto: .fotomaf.) La realidad democrática Cuando le preguntaron sobre la razón por la cual los tesalios eran los únicos que no eran transportados por la ilusión de la realidad, Simónides respondió: “son demasiado ignorantes para ser engañados por mí”. Cuando los argumentos de la libertad política han chocado contra el resabiado cinismo y la cultivada hipocresía, como las olas contra la escollera, cómo no abrigar la esperanza, en una situación propicia, de abrir brecha democrática en la ingenuidad y la sinceridad que intuyen lo falso pero no acaban de encontrar lo verdadero.   Sin la necesidad de enredarnos en hilos conceptuales (no es “real” sino formal) ni petrificarnos con rigideces terminológicas (la democracia no se adjetiva), ha de reconocerse la utilidad del lema “democracia real”, por su alusión a una suerte de ficción democrática. Es evidente que “no nos representan”, pero cómo articular una representación en la que “los políticos sean los ejecutores de las demandas ciudadanas”, como dice Jon Aguirre Such, uno de los portavoces de este movimiento: pues según la opinión predominante, con un “marco electoral más justo y participativo” que estaría asociado a una representación proporcional pura, del ciento por ciento. En el seno de las asambleas no se ha concebido todavía la posibilidad de un representante por distrito electoral porque en esta organización de la esquizofrenia colectiva llamada monarquía parlamentaria parece imposible o temerario desprenderse de las camisas de fuerza que imponen los aparatos de los partidos: por el momento, los indignados no van más allá de intentar suavizar el tratamiento aflojando las correas o abriendo las listas. Pero si éstas no desaparecen no se podrá acabar con “el politiqueísmo profesional, con estar en las listas porque eres amigo del que manda” (Fabio Gándara).   Ven y huelen la identificación del PSOE y el PP pero no oyen las chirriantes bisagras (IU, UPyD) que sirven para abrir las puertas de la corrupción, como si una mayor capacidad de influencia de los partidos minoritarios resultara beneficiosa para los ciudadanos en lugar de constituir un reparto proporcional del botín estatal. Por supuesto que otra política es posible, pero sólo en un marco institucional que garantice el control del poder y la elaboración de unas leyes justas.   El filósofo-estrella de la partidocracia, Fernando Savater, se burla de los deseos de los acampados “¿A quién va dirigida su petición de cambiar el sistema?” “¿A la divinidad?”, para dictaminar a continuación con una perfecta desfachatez que “alguien tiene que cambiar el sistema: los políticos, que son nuestros mandados. Pueden echarles en las urnas e, incluso, presentarse ellos mismos si así lo desean”. Este beato de la constitución otorgada de 1978 omite la posibilidad de un periodo de libertad constituyente en la que se configure una realidad democrática. Hasta entonces, los batiburrillos de propuestas y reclamaciones son superfluos (un brindis en la Puerta del Sol) y contraproducentes, por la ruidosa división de opiniones que introducen y el enconamiento ideológico que avivan. Ojalá la transformación del 15-M, por ósmosis asamblearia, en un movimiento de ciudadanos hacia la república constitucional no se quede en un simple ejercicio de voluntarismo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí