He escuchado a una importante militante del PP de Cataluña decir que el mensaje de los españoles en las urnas está claro, los españoles queremos “regenerar la democracia”, que viene a ser, para la susodicha, que los españoles volvamos a confiar en la clase política, cuyo crédito y prestigio está, al parecer, por los suelos. Se ha quedado tan pancha y nadie la ha contestado; bueno, en realidad era un debate sin derecho a replica.   ¿Como se puede regenerar lo que no existe, lo que nunca hemos tenido los españoles, un sistema democrático? Quizás, por eso de la confusión de las expresiones con que la clase política se maneja, lo que quiso decir la interfecta fue que había que regenerar la partidocracia. Pues eso es lo que hay, ese es el régimen de poder que nos gobierna, una partidocracia. Qué más quisiéramos los españoles que poder ponernos a regenerar la democracia. Eso querría decir que ya habríamos disfrutado de ella como forma de gobierno, y que, desgraciadamente, habríamos permitido que hubiera degenerado en otra cosa.   Para lo que nosotros queremos hay redactar una constitución en que se establezca con claridad meridiana la separación de poderes desde el origen, en la elección del poder, es decir donde la voluntad política de los ciudadanos queda expresada en las urnas, con método de recuento mayoritario, sin listas, en distritos pequeños para el poder legislativo y circunscripción única para elegir al gobierno, con voto directo a la persona candidata, una persona un voto, la mayoría gana.   Ahora, los que quieren regenerar la partidocracia, lo tienen claro y fácil: una buena campaña de marketing político y sacrificar a dos o tres corruptos para que sea vea que se afanan en eso de la regeneración, para luego seguir trincando tranquilamente. No pueden permitirse la libertad política de los españoles pues eso supondría, no la regeneración de la partidocracia, sino su liquidación.   Así que aclarando las cosas: Cayo Lara y los mariachis de su soviet, quieren acabar con el bipartidismo, para que los “peceros” puedan viajar en coche oficial; y la catalana del PP quiere regenerar la partidocracia, para que las cosas sigan igual, un cambio de imagen, un lavado de cara, y a seguir golfeando, hasta la próxima.   Lo malo de todo este asunto es que el pueblo español, ignorante hasta las trancas de los principios, valores, e ideas de la democracia, acepta todo  lo  que  le suelta  la  tele,  sin que haya nadie a su lado que le pueda sacar los colores por la burrada que ha dicho. Y así las cosas iban colando.   Pero un día, un aciago día para la partidocracia, ese español descubre un pequeño detalle sobre lo que de verdad es la Democracia y empieza a tirar del hilo, y recoge sedal y suelta sedal, como si estuviera pescando el “Campanu”. Al principio no entiende muchas cosas, le cuesta avanzar, pero poco a poco se va haciendo a la idea de la histórica tomadura de pelo política que surgió de los pactos de la Transición, hasta que comprende que aquello, y por lo que se refiere a los derechos políticos de los ciudadanos y a las instituciones políticas consagradas en la Constitución de 1978, fue y es una mentira monumental, hasta que finalmente puede descubrir que lo que llamamos Constitución en realidad no lo es: no tenemos Constitución.   Mañana mismo, si los “frais gerundios de campazas” que pueblan los medios de comunicación dan un respiro, quizás la gente tenga tiempo para ordenar un poco las ideas y llamar a las cosas, finalmente, por su verdadero nombre. La clase política tiene el vicio de usar palabras bonitas como democracia, para vestir con libertades la horrenda dictadura de los partidos. Quizá no todos son tan listos como Fray Gerundio de Capazas, alias “Zotes”, pero el sistema de manipulación de masas generado sobre la partidocracia es sin discusión superior.

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