- Allá van, río abajo, cual manada, ya sin ojos y unidos por el yugo, alegres, a las manos del verdugo, para quien mañana no serán nada. Y río arriba vendrá la algarada en ese rico idioma del besugo. Hija mía, yo por eso madrugo, traigo leña y trabajo la mirada. - ¿Ellos por qué no se quedan en casa? - Por deber, dicen; otros, por costumbre. Son las leyes no escritas de la masa. Triunfan las pasiones de servidumbre ahí donde la libertad fracasa. Y los dos callaron ante la lumbre.