Aung San Suu Kyi (foto: Searchgang)   La liberación de Ann San Suu Kyi   La noticia de la liberación hace unos días de Aung San Suu Kyi de su largo arresto domiciliario llega a distintos rincones del globo con ecos de esperanza ahogada. El régimen de poder en Myanmar ha demostrado que puede retorcer cualquier incidente para prolongar el arresto. Un trato de lujo, por cierto, comparado con el de tantos compadres suyos en la lucha por la libertad, porque su padre se encaramó como héroe nacional durante la independencia del imperio británico en 1947. Aung San Suu Kyi es la más consciente de este privilegio, y está determinada a utilizarlo.   Aunque algunos la crean “muy pura”, incluso anhelante del martirio para así ser recordada en el futuro (dado que ésta sería la única salida a una situación social de tremenda división entre el régimen militar y los sectores liberales), lo cierto es que no puede negarse su talento práctico, por muy elevado que sea su espíritu (que sin duda lo es). A mi juicio, los que piensan que Aung San Suu Kyi desea el martirio porque no tiene otra salida tienen muy poca idea de lo que significa una estrategia política inteligente con planes a largo plazo, y no basados en la coyuntura del momento. No le han faltado oportunidades (en el 2000, por ejemplo) a esta valiente e inteligente mujer para claudicar en la forma de un pacto con el poder. Y su rechazo a seguir una de las corrientes dentro  del  propio  National  League for Democracy que pretenden que se restauren los resultados electorales que les dieron una victoria aplastante en 1990, y que la dictadura militar escurrió como si nada hubiese pasado implantando un régimen militar cercano a la tiranía, significa que Aung San Suu Kyi no tiene intención alguna de sujetarse al pasado, que sabe muerto. Lo que importa de verdad es el futuro, la construcción de un verdadero sistema democrático en Myanmar.   Naturalmente, el régimen pronto se verá retado a hacer cambios drásticos, y tendrá que decidirse por la acción. La más plausible: un nuevo arresto domiciliario, basado en el retorcimiento de alguna ley tangencial al asunto. El asesinato es improbable, pero no descartable. Y, finalmente, que entre las minúsculas grietas del régimen se despliegue la libertad de acción no es tampoco muy probable teniendo en cuenta lo bien sujetas que están las riendas del poder, pero igualmente tampoco puede desecharse.   Martiriologías y análisis reduccionistas aparte, el mundo se queda con la renovación de la esperanza de libertad en las más duras condiciones, que se materializará o no en una democracia formal, pero que en todo caso pervive como forma espiritual. Aunque se aplasten en la historia, la elegancia, el coraje y la inteligencia práctica viven por siempre.

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