O tempora, o mores!
(¡Oh tiempos, oh costumbres!)
Cicerón.
Existe intención de modificar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, a fin de que la instrucción de los procedimientos penales, sea dirigida por el Ministerio Fiscal. Desaparecería así la labor de los Jueces de Instrucción.
Existe un empecinamiento desmesurado, desde tiempos inmemoriales, en exigir que los jueces, ya instruyan ya juzguen, sean independientes. El motivo es que en todos los regímenes, el Juez Instructor es una de las personas más poderosas de la sociedad. De hecho, hoy en España, un instructor puede encarcelar por simples sospechas a cualquier persona, en cualquier lugar y a cualquier hora, puede ordenar medidas urgentes previstas en la Ley (art. 13 de la L.E.Crim) y tras sufrirlas, puede el sujeto que las padeció, salir absuelto con todos los pronunciamientos favorables, pasando el instructor por la injusticia como la luz por el cristal: sin romperlo ni mancharlo.
Las medidas urgentes que puede dictar un instructor constituyen un arma fabulosa. Como muestra, baste señalar los diarios televisivos, cuando se impone la “pena de telediario”: Aparecen así en público, personas esposadas y encarceladas por orden del instructor, humilladas ante familia, amigos y desconocidos. Al cabo del tiempo, las víctimas, resultan limpias como patenas, preguntándose el resto de sus vidas sobre el huracán que pasó por ellas: las medidas de un instructor.
Un instructor, sea Fiscal o Juez, con algún tipo de sujeción a un partido político por haber nombrado a su jefe, o a él mismo, es un sujeto temible, no porque la persona que encarna la institución sea detestable, sino porque la institución jurídica así concebida, es monstruosa. De una institución monstruosa, se han de esperar consecuencias sobrecogedoras, aunque la encarnen personas probas y virtuosas. Esta es una verdad tan evidente a la razón, tan probada por la experiencia, como oculta a las conciencias y alejada de la opinión general.
La historia muestra que siembre hubo luchas por ocupar políticamente el trono de los jueces. Cicerón, aprovechó esas luchas intestinas para obtener el mayor éxito de su carrera como abogado: Sila, el tirano, suprimió el privilegio que tenían los équites para formar parte de los tribunales. En el momento de iniciar el proceso en el que Cicerón acusaba al propretor de Sicilia, Verres, los tribunales estaban formados por senadores exclusivamente, pero existía una viva polémica, sobre la necesidad de que los équites, como ahora la fiscalía, formara parte de labor judicial.
Ante esta situación, Cicerón se constituye en acusador en un asunto de gran repercusión social: acusaba al rico e influyente Gayo Verres de corrupción y de haber esquilmado Sicilia.
Hoy en plena polémica sobre la instrucción, el MCRC llevará, primero ante Fiscalía y luego ante el Juez Instructor, otro caso de gran repercusión: el presunto cohecho impropio del Rey por aceptar regalos suntuosos, (como Camps), la relación entre el presunto donante de la cacería y la compra de crudo a Arabia Saudí, la relación entre el presunto donante y los intereses económicos en España de la familia Real Saudí. Ambos procesos, sobre Verres y el Rey, tienen que ver con personas muy influyentes y con el cohecho o corrupción.
Así se dirigió Cicerón a los miembros del Tribunal, todos senadores:
“Ahora en la plenitud de la crisis para vuestro grupo y para vuestro poder judicial, cuando están dispuestos quienes con debate públicos y leyes intentan avivar esta animosidad hacia el Senado, ha sido traído a juicio como reo Gayo Verres, un hombre condenado ya por la opinión de todos, por su vida y hechos, absuelto por su posición económica, según sus esperanzas y sus declaraciones…
He traído ante vosotros a un hombre gracias al cual podríais recuperar la perdida estima por los procesos, volver a la amistad con el pueblo romano, dar satisfacción a las naciones extranjeras. Malversador del erario, vejador de Asia y Panfilia, pirata del derecho urbano, ruina y perdición de de la provincia de Sicilia. Si vosotros lo juzgáis con severidad y escrúpulo, quedará bien asegurada la autoridad que en vosotros debe permanecer. Pero si las enormes riquezas de ése llegan a quebrantar la honestidad y la imparcialidad de los juicios, yo, al menos lograré que quede de manifiesto que ha faltado un tribunal a la República, antes que un reo a los jueces o un acusador al reo.”
La justicia estuvo, entonces, por encima de influencias y riquezas, ¡o tempos o mores!. Sabremos el resultado del proceso contra el Rey, estudiaremos las resoluciones de la Fiscalía y de los jueces en cada una de las instancias. Como en el proceso contra Verres, esta vez se juzga …. a los juzgadores.
Jose Luis Escobar Arroyo