El diario “Minuto Digital” recoge unas enjundiosas declaraciones de Rosa Díez,  que son criticables por lo que no se llega a decir o por la resistencia a sacar las conclusiones que se derivan de la interpretación de sus palabras. Rosa Díez califica justamente de “paripé” la elección parlamentaria del Presidente y desea que los candidatos a la presidencia puedan explicar a la Cámara Baja sus propósitos, para que los diputados puedan elegir “al margen del partido político al que pertenezcan”.   En suma, Rosa Díez propone nada menos, que la cancelación del mandato imperativo de hecho, que rige en el actual régimen, lo que supone un fraude sin paliativos, pues contraviene el espíritu y la letra del artículo 67.2 de la Constitución Española. Pero de tal engaño hay que acusar, en primer lugar, a la propia Constitución, pues tal mandato imperativo es una consecuencia inexcusable de la elección del Poder Ejecutivo por parte del Poder Legislativo, y de la inevitable subsunción del segundo en el primero. La disciplina de voto, de no existir, provocaría la crisis inexorable de nuestra pretendida democracia. Por lo tanto, cuando Rosa Díez sugiere que los diputados puedan elegir libremente “al margen del partido político al que pertenezcan” está ofreciendo una solución cuya mera posibilidad pasa, paradójicamente, por la inexistencia del problema que trata de solventar.   Si todas las organizaciones tienden, por su propia dinámica, a independizarse de los fines para los que fueron fundadas, o si los medios tienen sus propias leyes  al margen de los fines a los que pretendidamente sirven, en los partidos políticos, lo anterior ocurre en grado sumo; como ha señalado Sánchez Ferlosio “si se empieza fundando un partido político porque se tienen ideas bastante parecidas en bastantes cosas y terminan por tenerse las mismas ideas en todas las cosas porque se pertenece al mismo partido político”, o, si la disciplina se vuelve en si misma una motivación suficiente por encima de cualquier contenido al que remitirse, no es difícil imaginar las tenebrosas consecuencias que trae consigo entregar el Estado a esas organizaciones, sin que la llamada “sociedad civil” pueda interponerse. Rosa Díez tiene razón: la elección del presidente del gobierno ha sido una pantomima. Pero el remedio no está en el parlamentarismo, ni en un sistema electoral proporcional que, a la no separación de poderes, añade la conculcación de toda noción de representación.   Doña Rosa Díez (foto: MCRC)

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