La palabras reflejan ideas y el Monarca utiliza, por lo menos últimamente, la palabra “construcción” al hablar de España. Es decir, como si esta no existiese y hubiera que hacerla. O quizá, arrasada suficientemente la Nación se estaría procediendo a construir una nueva en su solar conforme a los planes del consenso. Quizá sea esta la tarea encomendada al partido socialista, a la que se quiere sumar el popular, pues ya se sabe que la construcción deja buenos beneficios, aunque el Sr. Rodríguez Zapatero, no debe tener precisamente vocación ni conocimientos de arquitecto.   Lo que está pasado en España es asombroso. Constituye un tópico indiscutido de la historia de Europa que las naciones las hicieron las Monarquías, siendo esta en su conjunto, sin perjuicio de que lo hicieran con mayor o menor fortuna, su principal tarea histórica. Bajo ninguna Monarquía, salvo fuerza mayor o avatares históricos independientes de los reyes, la “fortuna” de Maquiavelo, jamás se concibió la posibilidad de deshacer una Nación preexistente, aunque fuera para hacer luego otra supuestamente mejor. Y menos sin mediar ninguna clase de presión sustantiva. Pero este parece ser el destino de la Instauración franquista. Precisamente uno de los argumentos más fuertes a favor de la Monarquía es que esta institución representa y garantiza la continuidad de la Nación. Nación que incluye todo lo que la constituye, desde su territorio hasta el consenso social y el êthos.   Y esto es lo contrario a lo que está pasando en España. Desde la última Instauración monárquica la actividad política sustantiva parece dirigida contra la Nación. Se tiende a estigmatizar todo lo legítimamente nacional, es decir lo español. Estigmatización que no es sólo la de la propaganda nacionalista, que por lo demás es jaleada por los no nacionalistas que añaden lo que pueden de su cosecha. “Modernizar” se ha hecho sinónimo de desespañolizar más o menos sibilinamente. Últimamente, con ocasión del 2 de mayo, destacados personajes aparentemente desligados de los intereses nacionalistas separatistas –no de sus ideas porque no las tienen-, han hecho correr la especie de que España surgió entonces como Nación, cuando ocurrió precisamente al revés: por ser una Nación, la guerra en el suelo patrio sólo despertó su conciencia política. Es verdad que la incultura ha aumentado escandalosamente bajo esta Instauración, pero eso muestra la mentalidad de las clases dirigentes, cómo ha penetrado en ellas la idea de que España es algo por hacer, tarea que se reservan en exlusiva.   Sello de Juan Carlos I (foto: minusbaby)

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