La pretensión de representación proporcional de los trabajadores por parte de los partidos de izquierdas con mayor o menor tradición marxista no es más que una reminiscencia de la fuerza opresiva que el partido de vanguardia es capaz de desarrollar. No está dirigida esta fuerza hacia la represión de estructuras de acción y opinión políticas que ya no existen, sino a condenar a los trabajadores a un estado de masa muda y servil, despojándolos de su condición de ciudadanos, y a representar en el Estado al aparato del partido guardián de las sagradas escrituras. La revolución rusa tuvo un éxito tan grande en esta tarea de alineación del proletariado, que ni la burguesía más reaccionaria, ni la aristocracia más violenta siquiera hubieran soñado para sí. El deseo de participación política, de discusión, opinión y acción en los asuntos públicos se ha manifestado con intensidad en los trabajadores manuales en todas las revoluciones, desde la revolución francesa, mediante la creación espontánea de comités con el fin no sólo de gestionar sus lugares y condiciones de trabajo, sino de generar la acción federativa para construir un orden nuevo. No debe extrañar que el trabajador condenado a un trabajo rutinario y manual necesite más que el científico o el artista, quienes poseen su espacio de libertad en el proceso creativo y expositivo, actuar en sociedad, aunque en el peor de los casos no sea más que un impulso de liberación frente a la represión.   En 1917 Lenin escribía en plena efervescencia de los Soviets: "El partido lucha por una República de trabajadores y campesinos más democrática, en la cual la policía y el ejercito serán completamente abolidos y reemplazados por una milicia universal. Todos los cargos no sólo serán elegidos sino que estarán sujetos a la revocación en cualquier momento cuando una mayoría de los electores lo soliciten… con la participación incondicional de los trabajadores en los asuntos corporativos" (La ruina amenaza, Lenin). Cuando los bolcheviques arrebataron el control de los sindicatos a los mencheviques ya sólo quedaba por liquidar la participación de los soviets que sólo podían ser "pequeño-burgueses" (Que debe hacerse, Lenin).   Lenin La participación en la vida pública de los trabajadores es imposible en la monarquía juancarlista a través de un partido estatal con representación proporcional (que alimenta la evasión hacia el consumo como sucedáneo de vida pública) y la miopía de clase debe ser superada por el sentimiento republicano del bien común que no debe confundirse con la pasión de compasión por el mas débil.

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