Cuando falta esta rectitud, para los individuos genética o culturalmente insensibles a los dictados de la moral natural, las costumbres y las tradiciones de todos los pueblos, de todas las clases sociales, de todos los regímenes políticos, han inventado normas de urbanidad que coaccionan desde fuera a la conciencia bárbara para que, al menos por decoro, se comporte como civilizada. A este tipo de exigencia social responde la ética política. Nadie pretende que los políticos sean santos o simplemente buenas personas, aunque esto último sería deseable. Pero nadie puede admitir que sean indecorosos.

 Antonio García-Trevijano

coherencia

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