Idealista en Agra (fotografía: Óscar) Idealismo Si la conciencia transcurre libre de capacidad crítica (tarea del discernimiento) y sin interés alguno (arrebato del instinto) por el universo, ¿qué papel representa la idealidad con respecto a esa tríada? La conciencia no puede conocer sino presentar; sólo somera y caprichosamente es censurada por la inteligencia que a su vez no quiere abstraer sino actualizar sus propias leyes funcionales; esa misma conciencia recibe la premura de lo vivo a través del instinto, que anhela con fuerza genética el presente. Así que la idealidad es la cara que la conciencia pone al mundo; cuando los ojos miran, ve la inteligencia; cuando la conciencia -y muchas veces el propio instinto- toma el mando de la psique, los ojos permanecen ciegos. La conciencia no busca la realidad, la encuentra accidentalmente y nada sería más aburrido para ella que detenerse a analizarla, así que valida sin más el paisaje que incluye su propio ser. Por eso es inherentemente creyente. Pero no se trata de una creencia mundana, como es el caso de la fe, sino una creencia esencial, previa, la creencia que permite creer lo que se entiende o imagina. La fe ontológica, el planeta dibujándose a sí mismo. La conciencia es el creyente orgánico y genera, tan mediata como naturalmente, ideales. Es el egoísmo supremo de dar por sentado que se está o es sin necesidad de considerarlo y da lugar a la intuición inmediata y feraz de suponer que todo el cosmos responde a esa fórmula. El idealismo no es un corolario poético -¿no es la Moral la Poesía natural?- y político -¿no es la Política la Moral abrazada a la jerarquización de lo público?-, es el axioma psicológico que propicia estas disciplinas conductuales. Sin ideal, sencillamente, no somos. No somos conscientes de nosotros mismos, no somos capaces de sincronizarnos con aquello que estaba antes de nuestro acontecer (Naturaleza) y perdemos el impulso requerido para que la vida no se agoste, maravilla de los sentimientos, o se enroque sobre sí misma, maravilla de la inteligencia. Si el idealismo no nos convierte en humanos, sino en Humanidad, el más hermoso ideal es ser libre.