Es indecente, de puro inverosímil, el pretexto de los cohetes -que han causado unos veinticinco muertos en ocho años- aducido para justificar la invasión por parte de Israel de la franja de Gaza. Desde el día veintisiete de diciembre se han producido entre cuatrocientos y setecientos ataques con Qassam y morteros y, sin embargo, tanto el general Galant, como el señor Barak y el primer ministro, dicen estar cerca de cumplir con sus objetivos militares. Si el casus belli oficial fuera cierto e Israel se retirara de Gaza mientras los cohetes siguen cayendo sobre su territorio, la operación militar habría sido un fracaso tan rotundo como el ocurrido en el Líbano ante Hezbolá. Las elecciones del diez de febrero en Israel, a las que los partidos musulmanes representados en el parlamento tienen prohibido presentarse por orden del Comité Electoral Central; la negativa, hace un año, por parte del señor Bush, a permitir sobrevolar Irak a los israelíes para atacar la instalación nuclear iraní de Natanz; y la preponderancia que el señor Obama pretende dar a la vía diplomática permiten, desde luego, entender el momento de la acción. Pero no el porqué. Este hay que buscarlo en los túneles para el tráfico de armas que llegan de Egipto. Anteayer, el impotente Ministro de Exteriores de la Autoridad Nacional Palestina acusaba paladinamente tanto a Hamás como a Israel de combatir por el control del paso de Rafah. Israel, después de perder la oportunidad de acreditar definitivamente como interlocutor al grupo que, además de reconocer el Estado hebreo, defendía una Palestina aconfesional (OLP), siente la medrosa necesidad de resucitar la coyuntura dirigiendo mediante la fuerza esta fase de la creación del Estado palestino. Los gobernantes del Likud no pueden consentir que el país del Nilo destruya casi dos años de trabajo concienzudo de bloqueo, embargo y asfixia; esperan que la población de la franja añore la paz que reina en Cisjordania y resucite a la derrotada -en las urnas y en la miniguerra civil- ANP. Para ello cuentan ya con el apoyo de la señora Clinton. Y si este es el caso, si en verdad Israel habla el idioma de la guerra como Hamás lo hace con el de la religión, si siendo para estos la tierra de Palestina un Waqf -un bien cedido fiduciariamente a los musulmanes hasta que el Día del Juicio le sea entregado a Alá- y para aquél la guerra la seguridad prometida, estos enfrentamientos del como si benefician a ambos y entonces Israel, a pesar de no consentir que Hamás controle la frontera con Egipto, en ningún caso pasará de amenazar con ocupar las ciudades musulmanas o de realizar sólo incursiones menores en ellas. Túneles de Gaza (foto: Zoriah)