Que el encapsulamiento empequeñecedor de la sociedad civil española dentro de los partidos estatales, con el fortalecimiento de la red clientelar heredada que ha de presidir las relaciones socioeconómicas, siempre conforme al poder, no es ni puede ser democrático, es algo que cualquier persona con más de dos dedos de frente percibe perfectamente, muy a pesar de su sistemática ocultación mediante el retorcido uso del lenguaje y los conceptos impropios, cuando no huecos o hasta falsos, con que los medios de comunicación orgánicos se refieren al neofranquismo juancarlista, etiquetándolo como “La Democracia”. Las fuerzas vivas de la sociedad española —suponiendo que existan— deben de encontrarse silenciadas, son minoritarias, o están demasiado implicadas, hallándose atrapadas en el Régimen. Mas han de ser capaces de comprender finalmente que la decencia en la vida pública y la recuperación económica pasan por una misma y única receta: su emancipación de la casta corrupta y parásita que el sistema institucional de la Transición replica continuamente en el por ellos diseñado Estado autonómico. Algo que de suceder convertiría además a España en un referente europeo y mundial. Ha llegado el momento de acabar con este absurdo y dañino reparto del poder, cuyo perverso enquistamiento ha terminado por arribar hasta el actual panorama. Eliminados el más de un tercio de disidentes que no votarán y la tradicional clientela de los partidos, que siempre lo harán al mismo, puede haber aproximadamente unos dos millones de españoles que se crean a pies juntillas la estafa partitocrática, quedando el destino colectivo al albur de las sesudas cavilaciones de estas almas, que subsisten comiendo calandraca y pensando que trazan el rumbo cuando, en realidad, se hayan atrapadas por la rancia propaganda en la bodega de un desarbolado velero a la deriva. He aquí las verdaderas fuerzas vivas de esta Monarquía. Rompiendo las olas (foto: Icrf)