Siempre que el PSOE ha gobernado España con la extrema izquierda y los nacionalistas, nos ha llevado al desastre. Los políticos socialistas que se hicieron cargo del poder en abril de 1931 eran, aparte de unos ineptos, unos intervencionistas radicales: una combinación explosiva, ya que si el que interviene no tiene la menor idea de lo intervenido, el desastre está servido. El prestigioso historiador inglés Antony Beevor resume así la desastrosa gestión económica de la República: “Desde 1931 la inversión privada había caído en picado hasta llegar en 1936 a alcanzar los valores de 1913”. Las consecuencias económicas de la victoria electoral de la izquierda serían devastadoras: “Los obreros reivindicaron grandes aumentos salariales, mucho más allá de lo que podían soportar las fábricas y las explotaciones agrarias. La huelgas se multiplicaron, creció el desempleo, y el valor de la peseta se desplomó en los mercados exteriores”.
La peseta perdería en 25% de su valor en los dos primeros años de gobierno, que llevaron a España a una profunda crisis en 1933. Los ‘historiadores’ izquierdistas cuentan que fue debida a “la traición de empresarios y banqueros para sabotear la República”, cuando la realidad es que el Gobierno de la República actuó con la incompetencia económica más absoluta. Su única preocupación, como nos recuerda el profesor Juan Velarde, fue la destrucción de los logros económicos de Primo de Rivera, los mayores de la primera mitad del siglo XX. Ortega y Gasset, en su discurso ante las Cortes Constituyentes de julio de 1931, afirmó que “si el régimen hoy naciente no triunfa en la economía, no tiene porvenir” y, espantado por la ineptitud del Gobierno, clamó: “Es menester que encarguéis [la economía] a las personas más autorizadas que en España haya y, si no hay bastantes, traedlas del extranjero”.
Marcelino Domingo, ministro de Agricultura -del que Alcalá-Zamora decía que “estaba tan ayuno de preparación, que era incapaz de distinguir el maíz de las algarrobas”-, con el mito republicano del ‘pan barato’ decidió importar grandes cantidades de trigo a finales de 1931, pero, cuando en 1932 este trigo estaba llegando, se recogió la mayor cosecha en años. El exceso de oferta hundió los precios y sumió a los campesinos en el hambre y la miseria. El otro mito republicano, la ‘peseta fuerte’, sostenido en un cambio artificial, nos dio la puntilla. En 1933 la izquierda perdió el poder, que intentó recuperar en octubre de 1934 alzándose en armas contra el Gobierno legítimo, y que recuperó con el fraude en las urnas de febrero de 1936, en cuya campaña el socialista Largo Caballero aseguró que “si no ganamos, iremos a la guerra civil”. El caos generado, las ocupaciones de tierras y fábricas, hicieron caer la renta per cápita un 13% en julio.
¿Qué ocurriría con un Frente Popular hoy?
Han pasado 85 años, pero los rasgos esenciales de la izquierda se mantienen intactos: incompetencia, sectarismo y promesas mucho más allá de lo que la economía puede soportar. Todo ello se une a una crisis económica internacional (que, aunque no es la Gran Depresión -que fue la que acabó con la dictadura de Primo de Rivera y trajo la República-, no deja de ser una gran crisis), al cese de la inversión extranjera y a la fuga de capitales, y todo ello nos coloca en una situación parecida a la de 1931, aunque en parte peor y en parte mejor. Peor porque Pedro Sánchez es un tonto malo que no le llega a la suela del zapato a Azaña o a Prieto, y al que solo mueven el odio y la ambición, odio ciego hacia la derecha en general y hacia Mariano Rajoy en particular, y una ambición sin límites, aunque carece de programa de gobierno alguno. Quien sí tiene claro lo que quiere es Pablo Iglesias, cuyo desprecio por la ley y las instituciones es total, y que ya le ha nombrado seis ministros -tres carteras económicas, más Educación, Interior y Defensa- con él como vicepresidente. ¡Lo ha ninguneado de forma inmisericorde! Los barones tienen difícil frenarle, Sánchez puede convocar una consulta a las bases -o Podemos o Rajoy, que ya ha dicho que no se va ni en broma-, y probablemente la ganaría.
Sin embargo, pertenecemos a un área de moneda única, que es la que ha impedido la quiebra del país endeudado por Rajoy hasta la locura, y la capacidad de Sánchez y sus secuaces para llevar a cabo una política económica suicida es muy limitada. El déficit oficial de las administraciones públicas en 2015 ha sido de 53.000 millones de euros, aunque el real puede acercarse a los 60.000 millones, similar al de 2014. Es decir, ¡con el 12% del PIB de la eurozona tenemos el 26% del déficit público! Eso no se lo van a tragar ni Bruselas ni los mercados, por mucho blindaje que suponga el dinero del BCE. En la última subasta del Tesoro, los tipos de interés que han tenido que pagarse en los bonos a tres años doblan los de la subasta anterior, y lo que es peor: no han conseguido todo el dinero que se habían propuesto.
Además, como ya he venido explicando -y en contra de las mentiras de Rajoy y De Guindos-, el crecimiento en 2015, impulsado por el gasto y la inversión electoralista, es menor que la cifra oficial -2,5%, según los modelos de la Autoridad Independiente Fiscal- y las cosas van a peor. El frenazo de la inversión extranjera , el ‘efecto riqueza’ -por cada 10 euros de pérdida de valor en bolsa se reduce uno el consumo- y la salida de capitales, que empieza a ser masiva, llevarán el crecimiento a menos del 1% a final de 2016. Además, según la Contabilidad Nacional, la riqueza o PIB creada en los nueve primeros meses del pasado año fue de 26.600 millones de euros, mientras que la deuda del Estado en circulación (exc. BdE) creció en 43.000 millones, y eso, lo he repetido varias veces, no es salir de la crisis: eso es ir directos al abismo. Dicho en román paladino, el margen que tendría una futura ‘banda del gasto’ para acelerar el gasto es casi nulo.
El tema más preocupante de un posible Gobierno de Frente Popular es que incrementaran la fiscalidad sobre la clase media hasta completar su liquidación, ya iniciada por el PP. Los ricos no tienen problema, porque de un lado no pagan impuestos a través de las sicavs, un invento socialista de los años ochenta, y además las están sacando de España, así que será la clase media quien pagará el pato. Aquí hay una falsedad inaudita, resulta que no es que gastemos mucho -con dos millones de enchufados-, sino que ingresamos poco. La razón de esta mentira oceánica es que todas las comparaciones se hacen con el PIB oficial, que es un 20% superior al real, pero si medimos la presión fiscal sobre la familia media, que es como hay que hacerlo, es la más alta de toda la OCDE.
A Rajoy no le importa ni el PP ni España
Me decía un prestigioso cirujano, amigo mío, que si Rajoy tuviera vergüenza y honor, aún podría prestar el único servicio a España de toda su vida, actuando como la madre del juicio de Salomón, que prefería salvar a su hijo en lugar de matarlo, aunque fuera otra persona quien se quedara con él. Afirma Rajoy que solo hay una alternativa razonable: un pacto entre PP, PSOE y Ciudadanos. Sea entonces consecuente y anuncie que, como el interés de España está por encima del partido y del suyo propio, al objeto de que Sánchez no pacte con Podemos, ofrece el apoyo incondicional del PP para la investidura de Sánchez como presidente y simultáneamente presente su dimisión irrevocable. Nada más lejos de la realidad: Rajoy declina ir a la investidura, pero no renuncia a nada y espera a que Sánchez se estrelle. Si España se hunde entre tanto, pues mucho mejor, ahí está él como salvador.
Me explica un alto cargo del Gobierno que durante las últimas semanas Rajoy ha permanecido prácticamente encerrado con el inefable Arriola -el mayor experto mundial en explicar por qué no han sucedido cosas que él había asegurado que iban a suceder-, sin recibir a nadie. Ni a Moragas -que tenía redactado ya su discurso de investidura-, a quien culpa de haber realizado una pobre campaña, ni a Soraya Sáenz de Santamaría, con quien se ha abierto una enorme brecha de confianza a raíz de la denominada por Iglesias ‘operación Menina’, ni a nadie. En una situación crítica para España, no ha tenido a bien reunirse con los ‘líderes’ de su partido -unos paniaguados inanes, a quienes, con razón, trata como si fueran el servicio-, aunque en la ‘conversación trampa’ en la que le hicieron creer que hablaba con Puigdemont, afirmó tener la agenda vacía y estar dispuesto a reunirse con este traidor. Una indignidad inimaginable en un presidente de Gobierno del mundo civilizado.
De otro lado está el programa de Iglesias, que reserva para sí todo el poder efectivo. Gasto social sin preocuparse de cómo va a financiarlo, rechazo frontal al TTIP o acuerdo de comercio trasatlántico entre EEUU y la UE, dejar muy claro que no está dispuesto a cumplir los objetivos de déficit y referendos de independencia en toda España, empezando por Cataluña. Lo primero nos llevaría inexorablemente al corralito, igual que en Grecia, y lo segundo sería un golpe de Estado, el “asalto a los cielos” en su terminología. ¡Y eso pretende conseguirlo con solo 40 diputados y 29 asociados! Es decir, el resultado puede ser peor aún que un Frente Popular bis: un régimen totalitario bolivariano decidido a romper España. Por ello, les repito algo en lo que vengo insistiendo desde hace un año, mantengan en casa en efectivo el dinero que necesiten para vivir un año, y ¡háganlo ya!
Y luego, quedan los ‘poderes fácticos’. Se dice que la izquierda tiene más escaños que la derecha, lo que no es verdad. Las derechas separatistas –DL y PNV– suman 14 escaños, que son definitivos. ¿Cómo es posible que las burguesías catalana y vasca, a quien representan, estén dispuestas a permitir que por acción u omisión de quienes les representan pueda instalarse en España un Frente Popular bis o un régimen bolivariano? ¿Acaso Caixabank, el conde de Godó, Repsol, Iberdrola, BBVA, etc. carecen de poder para que cuatro aventureros que se han ‘apoderado’ de sus votantes entren en razón? Simplemente, les es más cómodo comprar a la izquierda que enfrentarse a ella. Están instalados en la corrupción, la suya a través del BOE y la de la clase política a través de las prebendas y las puertas giratorias.
Casi cuatro lustros de Transición han demostrado y convencido al Ibex del inmenso poder de la corrupción sobre la clase gobernante. Es superior a toda ideología. A todo programa. A todo proyecto. Superior, en definitiva, al modo de vivir anterior a la llegada a los cargos públicos. La política en España es el gran mercado de colocación de las ambiciones primitivas de la izquierda. Los oligarcas del Ibex no temen a la izquierda, se limitan a comprarla. La izquierda tradicional de origen marxista se ha transformado en una izquierda de prebendas o subvencionada. Los recién llegados como Podemos, que sin haber gobernado se ha dejado ya corromper por los regímenes más despreciables del mundo, ¿cómo no van a querer entrar en este sucio juego que tanto expolio, sudor y lágrimas está ocasionando al pueblo español?
La guinda del pastel es el ridículo del Rey, a quien Rajoy ha ninguneado igual que Iglesias a Sánchez. Le dice que se presentará a la investidura, el Rey se la ofrece y al día siguiente le dice que no, que declina, pero, eso sí, que ni dimite ni se va, y que ya le dirá más adelante si quiere que se la vuelva a ofrecer. ¿En qué lugar del planeta se ha visto algo semejante? El desprecio del jefe de Gobierno por las instituciones en general y por la monarquía en particular resulta inaudito. Claro que don Felipe, que ha actuado como un niñato contándole a Sánchez las confidencias de Iglesias y que, con su postura ante los separatistas catalanes, ha incumplido escandalosamente su obligación de “mediar y arbitrar”, ha perdido el derecho a ser respetado. Ante esta degradación de la institución, Iglesias tiene el campo libre para proclamar un república bolivariana si toma el poder, que es lo que dijo que haría en su proclama ‘Understanding Podemos‘.