Agnus Dei – Francisco de Zurbarán (foto: mharrsch) Coincidiendo con la fiesta oficial de la Inmaculada Concepción, y para alegría de ovejeros y carniceros, millones de corderos se sacrificaron en España, mirando a la Meca, para abastecer las mesas de los musulmanes residentes que celebran el 8 de diciembre su fiesta religiosa del cordero. Un día de exaltación familiar parecida a la que tiene en el mundo católico la Navidad. Un periódico ha reflexionado sobre el motivo que introdujo en la Iglesia romana, a mitad del siglo XIX, el dogma de la Inmaculada. Sin embargo, pese a la consigna del diálogo de civilizaciones, ninguno ha recordado el origen, mucho más antiguo, de la fiesta del cordero, que pronto será también fiesta oficial en España.   El Islam puso al cordero salvador de Isaac en el lugar de Jesús. El Agnus de Alá encarna en el Islam el mito de la salvación vital. La muerte de Jesús habría tenido el mismo sentido que la de Isaac, para su padre Abraham, de haber ejecutado el Patriarca su egoísta asesinato. Pero el Dios de Abraham era más compasivo. ¿Por qué se establece esa diferencia antagónica entre dos actos inhumanos de la misma naturaleza? ¿Por qué el Padre Dios no quiso que su Hijo tuviera el destino del afortunado Isaac? Dejó morir al Hijo que le exclamaba ¡Padre, por qué me has abandonado!   No es en la teología, sino en el arte renacentista, donde el tema de Isaac fue tratado como símbolo de una redención no expiatoria, sino pura y graciosamente redentora. El simbolismo del cordero sacrificado en sustitución de Isaac estaba tan arraigado en el sentimiento humanista italiano que, en el concurso entre escultores para modelar la tercera puerta del bautisterio de Florencia (adjudicado a Ghiberti), luego llamada “Puerta del Paraíso” por Miguel Ángel, se eligió la iconografía del sacrificio del cordero redentor del hijo de Abraham. Al fin y al cabo este sacrificio no era distinto del que todos los pueblos primitivos ofrecían a sus dioses. Ninguna lealtad a la causa divina supera la de Abraham. La intuición artística de la devoción cristiana comunicó a la Expiación de Cristo la misma acción de gracias que el sacrificio de un cordero, en amable sustitución de Isaac, representó para la religión hebraica y la islámica. La originalidad del arte renacentista limitó la función de Agnus Dei al hombre Jesús, hasta su último suspiro, rechazando la identificación del cordero con el Hijo de Dios desde el mismo momento en que se cumplió el sacrificio.

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