Esterilización educativa El contexto de crisis económica tanto internacional como nacional está forzando a realizar recortes presupuestarios en todos los ámbitos sociales, pero deberían existir servicios públicos, a los cuales, los recortes les afectaran en menor proporción o en algún caso no les afectaran. Este es el caso de la educación en nuestro país, ya que es archisabido que el sistema educativo español es deficitario en recursos humanos y materiales. Hándicap éste, conexo a otras insuficiencias técnico-políticas e insustanciados tópicos docentes arraigados en nuestro imaginario colectivo. Pero dicho lo anterior, expongo, que el mal educativo que sufre España no es una cuestión exclusiva de recortes sí o recortes no. Investigaciones recientes han concluido que no hay una correlación directa entre una escuela con exceso de recursos y un aumento de la calidad educativa, docente u organizativa. Aunque huelga decir, que una educación bien financiada es un factor coadyuvante para impartir y conseguir a medio y largo plazo una educación de calidad tanto en el plano personal como profesional de los discentes. Por eso, el debate surgido en torno a los pros y contras de los tijeretazos al que están procediendo ciertas CC.AA. de nuestro territorio, es una polémica estéril de quiénes desean arrinconar aun más los beneficios sociales de un servicio público esencial, y crear al alimón, polémicas ideológicas en torno a la educación que solo conducen hacia la polarización de la ciudadanía. Además, el daño moral y de imagen no solo recaerá en la escuela pública, sino que afectará también a la concertada y a la privada. Sabemos de antemano que ciertos sectores de la derecha montaraz de nuestro país desean desmantelar toda la estructura pública de nuestro sistema educativo, pero también se sabe que un 70 u 80% de las familias españolas no podrían ofrecerles a sus hijos una educación adecuada si tuvieran que sufragar los gastos que importa escolarizar a sus hijos en colegios de pago. Y este gran inconveniente, lo saben los ciudadanos, solo puede solventarse mediante un potente sistema público de educación; lo contrario, supondría la desescolarización y la reanalfabetización de la población, lo cual, sería un suicidio nacional en toda regla por sus consecuencias nefastas a nivel político, económico, cultural y humano. Y esto sí lo saben los políticos honrados de todos los colores. El letal veneno que acecha a la educación en nuestro país se halla por un lado, encarnada y dirigida por los partidos políticos con sus recetas sectarias de política educativa; y por el otro, en el tradicional desprecio y desafección de numerosos colectivos de la población por la labor que desempeña el funcionariado docente. Vagos, vividores, vampiros de lo ajeno, entre otros adjetivos, son algunas de las expresiones con las que se halaga nada más y nada menos que a los maestros y profesores que educan y forman a las nuevas generaciones. ¡Muy crudo, sí!; por eso, mientras no revertamos esta situación de tergiversaciones deslenguadas y malintencionadas con respecto al profesorado y a la par, corrijamos a la política educativa para que vuelva a responsabilizarse de su crucial cometido en la instrucción de los jóvenes, la esterilización de la educación aumentará progresivamente hasta cotas insoportables que derivarán en la insuficiente formación que necesitan los alumnos de hoy para tener éxito futuro en los entornos de complejidad de la sociedad global. La educación es una empresa humana que no corresponde ni a ideologías ni a credos ni a partidos políticos a apropiarse de sus instrumentos de adoctrinación para imponer paradigmas aislacionistas, que de buena o mala fe, rompen los lazos sociales de las comunidades. Más bien, la educación es una virtud inmanente al ser humano, de todos y para todos, que debería usarse en pos del bien común. Así, la educación retornará sus ventajas a la sociedad siempre y cuando los Sistemas Educativos de los que nos dotamos no sean manipulados con parcialidad hacia intereses ideológicos, económicos o religiosos radicales. Y sin embargo, las tendencias educativas actuales asumen dichas posturas. No en vano, la irrupción de esta crisis está engarzada a la nefasta enseñanza de prácticas económicas abusivas y a la ausencia de formación deontológica profesional. La educación en sí, no la privada ni la pública, es la tarea más valiente e importante que una civilización se puede encomendar para guiar su supervivencia a largo plazo, por eso, es descabellado que la élite política dirigente siga enzarzada en enconadas lides para apropiarse de la política educativa de nuestro país. ¡Terrible!