La falta de ideas originales en los intelectuales trasluce, para los próximos años de crisis, un ensimismamiento pávido de las instituciones sociales y políticas del régimen. Y el brusco silencio del pensamiento político español ante la crisis económica, financiera y social, mueve otra vez a pena, antes que a indignación. Parece repetirse la trágica Historia: no es tanto la autarquía o aislamiento lo que deja a España en la penuria moral, económica y social, sino el recogimiento en la intimidad de su ser, en su mismidad o supuesta identidad eterna, lo que la fuerza, una y otra vez, a desentenderse del mundo de las ideas y la hunde, con ello, en el miedo y la apatía. Miedo a la libertad política e indolencia en la acción política que la consiga. Desde el inicio de la maléfica aventura política del setenta y ocho, el patrimonialista, escarnecido, milagrero y hechizado pueblo español, ignaro en concepciones foráneas de democracia representativa, experimentó, sin embargo, reiterados “pelotazos”; pero no de paideia constitucional, sino de euforia urbanística, turística, bancaria y deportiva. (foto: . SantiMB .) Mas la tendencia hispana de hacer caso omiso a su falta de libertad común para poner y quitar gobierno y sentirse verdaderamente representado por instituciones no arbitrarias, sólo puede repetirse si una vez más no examina la naturaleza de las cosas políticas y el sentido adecuado de la acción social hacia la libertad. En los próximos años España tienen el deber de conquistar la libertad política o volver, en cambio, a sentir la impotencia, el pavor y la conmiseración por sí misma, pues en su interior la verdad se le revela: somos, en política, el pueblo más desamparado y débil. La nación ensimismada.