Treinta años de régimen partidocrático están a punto de desembocar en una depresión económica de consecuencias todavía imprevisibles en su extensión política. Sin embargo, lo que parece cada vez más improbable es que los políticos profesionales que nos han llevado a la ruina moral y material dejen de creer en la mentira sobre la que se han construido las relaciones políticas durante más de treinta años. Como en El enemigo del pueblo de Ibsen, las aguas políticas contaminadas por las vacuas polémicas de imagen, están a punto de engullir a los que creyeron poder controlar la enfermedad con mensajes chamánicos de confianza y una política del como si. Mientras el primer ministro británico anunciaba que ésta era la peor crisis en sesenta años, Zapatero se reunía con Botín y anunciaba el final de la misma.   La crisis económica, agudizada por un factor externo global, es el producto de la arquitectura político-financiera de la Monarquía de Partidos, por lo que sin capacidad de ir en contra de sí misma para solucionarla, sin riesgo de destruirse, las tensiones que provocará entre el poder político y el financiero, se descargarán en forma de demagogias impotentes que encontrarán eco en los distintos medios de masas. Sin embargo, llegará un momento en el que el chiste fácil, la única forma de pataleo político en el que una sociedad políticamente infantiloide ha sabido expresar su descontento, ya no haga gracia, y la demagogia partidocrática empiece a sonar enlatada, distante y sin capacidad catártica.   Baste para ilustrar esta dinámica la polémica artificial entre banqueros y el PSOE, a propósito del crédito, que los medios de la derecha agitan como el terror rojo nacionalizador y el PSOE como cortina de humo para cubrir su responsabilidad en la subvención pública de un modelo de negocio insostenible que morirá matando. En realidad, el PSOE debe a los bancos más de cincuenta millones de Euros, por lo que mientras que la banca sepa gestionar políticamente esta deuda, y el PSOE pueda seguir con margen de endeudamiento, ambas facciones podrán reinar sobre el conjunto de la sociedad. En total, los partidos deben más de 150 millones de euros a la banca y sus prebostes almuerzan semanalmente en hoteles de lujo, en un cambalache de delitos y favores pestilente, con el control del poder judicial de fondo. Una ruptura de esta simbiosis delictiva, supondría colapsar los juzgados con los vertidos de treinta años de impostura y corrupción, y todos ellos son demasiado fotogénicos como para salir sin maquillaje y tras barrotes.   Zapatero y Botín. Foto: jmlage

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