Constitución de 1978 (foto:Capitrueno) Para tratar de entender las causas de una situación provocada por un circuito de  realimentación positiva entre una casta oligárquica al mando del Estado y un creciente sentimiento de impotencia y conciencia de la propia nulidad política por parte de los ciudadanos, que solo son llamados cada cierto tiempo a refrendar unas listas elaboradas con procedimientos no sujetos a control externo alguno, conviene revisar lo que constituye el germen del contexto en el que nos movemos: 1) La Constitución Española fue elaborada por una asamblea legislativa a la que los electores no otorgaron poderes constituyentes, porque las elecciones convocadas en 1977 no respondían a esa finalidad. Solo a través de la consideración retrospectiva de las Leyes Fundamentales del Reino como “Constitución”, pudo encontrar encaje en la Ley para la Reforma Política semejante usurpación de atribuciones constituyentes. 2) El secretismo de las oscuras transacciones del consenso, del cual nació la llamada Constitución de 1978, no hizo más que reafirmar el estado de desinformación política propio de 40 años de dictadura. No es extraño que, habiendo sustraído a la opinión pública el debate sobre la forma de Estado, la forma de Gobierno, el sistema electoral o el sistema de organización territorial, es decir, la piedra de toque que define la naturaleza de un régimen, la confusión en estas materias sea reinante entre la opinión pública. El peso de la costumbre pasa factura. 3) La Constitución así pactada entregó a los partidos políticos plenos poderes para determinar la identidad de unos pretendidos representantes de la sociedad civil que no pueden más que representar a los jefes que los han incluido en sus listas. A este atropello los líderes de la recién legalizada oposición llamaron “democracia”. La oposición pudo vender a sus bases y a la ciudadanía la llamada “reforma” mediante el engaño de su convalidación como “ruptura pactada”. Pocos juristas, políticos o medios de comunicación han querido explicar a los ciudadanos la chapuza y el engaño legal que se ocultan detrás de esta trama. En esta tesitura, ¿por qué razón enredarse ahora en discusiones inútiles como la “falta de democracia interna”? ¿Por qué razón habrían de funcionar así si ni siquiera han sido capaces de no engañar a los ciudadanos a los que con tanta impudicia alaban por su “madurez democrática”? ¿No sería preferible someter a examen la “madurez democrática” de los propagandistas del Régimen?

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