Las próximas elecciones al Parlamento Europeo serán la manifestación de dos falacias que los medios de comunicación consideran como verdades democráticas. La primera de ellas se refiere a la representación política de los ciudadanos de la Unión Europea pues, para la renovación de sus 732 diputados, se ha dejado libertad a cada país para que aplique el método electoral que le parezca oportuno. Se ha perdido la ocasión de implantar un sistema electoral con distritos uninominales que, respetando la actual división estatal, representara a todos los ciudadanos de la Unión Europea, como ocurre en la Cámara de Representantes de EEUU. La Unión Europea lo único que hace es asignar el cupo de parlamentarios a cada país. A España le tocan 50 parlamentarios y no serán elegidos en cada uno de los 50 distritos posibles sino en único distrito mediante “Listas electorales nacionales” elaboradas por los propios partidos, repartiéndose la tarta de forma proporcional a los votos obtenidos por cada una de ellas. La segunda falacia de estas elecciones es considerarlas como la renovación del Poder Legislativo de la Unión Europea, ya que ni es poder original ni es la única institución que legisla. Este Parlamento es utilizado por el Consejo Europeo como un órgano consultivo para emitir informes no vinculantes (consulta) o vinculantes (dictamen conforme) en algunas materias tasadas. El Parlamento en otras ocasiones puede tratar de que el Consejo acepte las enmiendas que él mismo haya efectuado a las decisiones tomadas por la Comisión Europea (cooperación) aunque al final de unos farragosos trámites predomine la decisión del Consejo. Por último, hay normas comunitarias que se aprueban de común acuerdo entre el Parlamento y el Consejo (codecisión). Este último procedimiento, en caso de desacuerdo, prevé la constitución de un comité de conciliación compuesto por representantes del Consejo y del Parlamento para lograr un texto aceptado por ambas instituciones, estableciendo la igualdad de esas dos instituciones en su papel legislativo. Todos estos procedimientos convierten al Parlamento Europeo en una inmensa máquina burocrática, a pesar de la innovación de la codecisión. En fin, le queda mucho camino por andar para llegar a ser como la Cámara de Representantes de EEUU. Parlamento europeo, sede de Estrasburgo (foto: eu2008.fr)