Los diversos paros realizados el fin de semana en muchos lugares de España y la gran manifestación de agricultores que recorrió el centro de Madrid tras una pancarta, en la que se leía “El campo se arruina. Exigimos soluciones”, han hecho pensar a los ciudadanos en la gravedad del enfermo (la agricultura), que ha sido olvidado en los últimos años por los poderes públicos, quizás por su poca capacidad de presión o por su escaso valor electoral. Los agricultores se han cansado de esperar y de llorar, de ser ninguneados y menospreciados y han salido a la calle a mostrarnos su realidad, sus deseos y sus anhelos. Nos han dicho que los precios que reciben en origen y los que los consumidores pagamos en el destino en muchos casos se quintuplican (1 Kg. de patatas: 18 céntimos en origen, un euro en un supermercado, y así decenas de ejemplos). Los precios agrarios permanecen o caen por debajo de los costes de los factores productivos (maquinaria, semillas, abonos, piensos, energía) que no han parado de encarecerse. A pesar de la PAC (Política Agraria Comunitaria), que protege alguno de ellos, el campo está al borde del desmantelamiento. A estas alturas todos somos conscientes de que las ayudas y las subvenciones distorsionan los precios y la asignación racional de los recursos en un mercado de competencia perfecta, de que si protegemos demasiado a nuestra agricultura desamparamos a los países del tercer mundo exportadores de estos productos, de que las explotaciones agrarias se tienen que especializar y modernizar; pero en nuestra agricultura una gran parte de la comercialización está en manos de unos pocos (mayoristas y grandes superficies) que imponen sus reglas de contratación. En este oligopsonio los precios se establecen de forma inversa: los compradores imponen el precio al que desean adquirir los productos y cada uno que participa en la cadena de distribución va descontando su margen de beneficio, así que al último eslabón (el agricultor) solamente le quedan las migajas. Los agricultores se quejan del olvido de los dirigentes políticos, de su situación de desventaja en comparación con los sectores que han recibido ayudas (bancario, automóvil, energético) dado su poder de negociación, y se han dado cuenta que el único camino que les queda es la movilización para hacerse oír. Aunque solamente representen un 3,91% de la población ocupada, suministran la mayor parte de nuestros alimentos y de las materias primas para la industria agroalimentaria (12% o más del PIB). Anteayer fue la construcción, ayer la industria del automóvil y el turismo, hoy es la agricultura la que está en la UCI y mañana… ¿Quién enfermará mañana? Con estos dirigentes políticos nadie está a salvo.