Asamblea del M15M (foto: MCRC-Valencia) El 15 M Afortunadamente, no todo puede ser controlado por quien todo quiere controlar. Desde que se produjo esta protesta multitudinaria vemos sin sorpresa y lógica consecuencia, cómo algunos poderes fácticos, de forma interesada intentan desacreditar la protesta mediante ataques de todo tipo. En otro bando también están quienes hipócritamente se solidarizan con la causa, lo hacen de forma interesada y paternalista, afirmando que entienden la postura cuando son ellos los principales protagonistas de la causa que los une. Los primeros apelan a que se trata de una manifestación contaminada por hippies, ocupas, personas que orinan en las calles, fumadores de droga o en su caso que se llevan colchones con piojos para dormir en la vía pública, o “perroflautas” si se prefiere. Además, afirman que detrás de todo esto está el mismísimo gobierno, absurdas acusaciones, propias de eruditos y afamados tertulianos, defensores de un sistema corrupto y cuyas intenciones no son otras que derribar a quien detenta el poder para que se produzca esa alternancia que falazmente dicen caracteriza a la democracia. Los segundos, el gobierno a la cabeza, dicen entender los motivos, muestran así su cara más afable al intentar atraer el voto descontento, pero con intención de recuperar posibles pérdidas de poder, que es lo que realmente les importa y no el caos que han producido. A todos ellos decirles, que es solo una palabra la que une a todos los manifestantes, en ningún caso les une un piojoso colchón, ni una cerveza, ni una ideología, ni una partido político aunque, como no podría ser de otra manera, entre ellos hay personas de diversa ideología, de distinta forma de vestir y comportamiento. Es malintencionada y torticera la calificación de personas “antisistema” que tristemente utilizan los detractores de este movimiento, pues entre los manifestantes hay antisistemas por sistema, si bien y en puridad deberíamos calificar a la mayoría como personas anti “este sistema”, sistema propio de la partitocracia donde cada partido tiene que atacar sistemáticamente a su oponente convirtiéndose en una forma de Estado en la que las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva, muy en síntesis, es la base de nuestra mal llamada democracia, sistema generador de actitudes despóticas, dictatoriales y de corrupción. Y como decía la protesta al principio, solo es una palabra, una palabra mayoritaria de nuestra sociedad, de los que han asistido y de los que no, una palabra que une a todos ellos, a todos nosotros: INDIGNACIÓN.