Eduardo Todrá en la Plaza Cataluña (agosto de 1936)   Eduard Toldrà: de la sinceridad en la música   El violinista, compositor y director de orquesta Eduard Toldrà (1895-1962) es sin duda una de las figuras más relevantes del panorama musical español de la primera mitad del siglo XX, aunque no necesariamente una de las más reconocidas. Nacido en la pequeña localidad barcelonesa de Villanueva y Geltrú, desde muy joven destacó por su gran capacidad y virtuosismo en el violín. Como niño prodigio ofreció recitales por toda Cataluña y en el año 1911 -con tan sólo dieciséis años- fundó el cuarteto de cuerda Renaixement, que fue un hito en la vida cultural barcelonesa de la época y con el que llegó a ofrecer más de doscientos recitales por toda Europa. Fue precisamente en esta etapa de intensa actividad como violinista en la que Toldrà descubrió su faceta como compositor, empezó a desarrollar su personal estilo y alcanzó su punto álgido con la composición, para el propio cuarteto Renaixement, de la que hoy en día es su obra más ejecutada y probablemente su obra maestra: Vistas al mar (1920). Esta obra de carácter jovial, con un marcado tono mediterráneo y que revela un dominio magistral de la escritura, es uno de los mejores cuartetos de cuerda españoles de todo el siglo XX y demuestra la sinceridad con la que Toldrà se acercaba a la música. Con la creación de Vistas al mar el compositor barcelonés no quiso crear nuevos lenguajes, romper moldes o formar parte de las vanguardias de la época. Partió de una vivencia artística profunda y así la expresó: de forma directa y sin rodeos.   Son precisamente la sinceridad y la honestidad dos de las características fundamentales de la obra y la trayectoria artística de Toldrà. Una persona como él, que conoció el éxito, que conoció Europa y estuvo al corriente de las vanguardias de la época, nunca se dejó embaucar por una supuesta élite   intelectual    a    la    cual    nunca   quiso pertenecer, y que probablemente le hubiera dado un lugar más reconocido en la historia de la música, así como muchísimo más éxito durante su vida. Siempre permaneció fiel y consecuente con lo que para él era importante en la música y que poco tenía que ver con muchas de las tendencias predominantes en aquel momento.   La música de Toldrà es una música directa, cuya composición parte de una vivencia artística íntima y profunda y no de ideas o especulaciones sonoras-que son, a la postre, en lo que se ha convertido una gran parte de la música contemporánea. Más tarde llegó la Guerra Civil, la Dictadura y con ellas el fin de la expansión de la carrera compositiva del compositor barcelonés, que lejos de exiliarse -por su afinidad a la Segunda República- prefirió quedarse en Barcelona y luchar porque el florecimiento cultural que vivió la capital catalana no se perdiera para siempre. Con una humildad propia sólo de alguien que tiene una claridad y tranquilidad personal extraordinarias, Eduard Toldrà desempeñó una labor admirable desde todos los puntos de vista. A pesar de las enormes dificultades que padeció en vida, le debemos la puesta en marcha de la Orquesta Sinfónica de Barcelona, la lucha constante por apoyar a las nuevas generaciones de músicos y la creación de la primera Cátedra de Dirección de orquesta en España, todo con la humildad, la sencillez, la honestidad y el amor que sentía por la música.   En los tiempos actuales, en los que las oligarquías artísticas campan a sus anchas imponiendo la uniformidad del gusto a través de un consenso dictatorial en el que “todo vale” y en el que los artistas se han convertido en marionetas del régimen, la figura de Toldrà es un ejemplo impagable de honestidad e integridad artística.

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