El fin de un año y el comienzo de otro es un buen momento para hacer balance de nuestras vidas, de nuestros errores y de nuestros aciertos, de lo que hicimos y de lo que pudimos hacer, de lo que haremos y de lo que podríamos hacer. Si además, y para coger más perspectiva, hacemos el balance de toda una década; si además España se encuentra en una situación de crisis política, económica, social y moral como no se conocía desde la Guerra Civil; si además una mayoría de españoles y en particular la clase media no va hacia la recuperación sino hacia el empobrecimiento, creo que hoy más que nunca se hace preciso analizar en profundidad qué es lo que ha pasado y por qué ha pasado. Solo así es posible arrojar algo de luz sobre lo que nos espera, en medio de la incertidumbre y el desgobierno en los que unos políticos irresponsables e incapaces a quienes solo importa su futuro personal nos tienen sumidos.
Y lo primero que se constata es que la infausta Transición, que nos robó la democracia y nos impuso un régimen oligárquico de partidos sin separación de poderes, con una ley electoral que clama al cielo (el 20-D, con 923.000 votos, IU sacó dos escaños; Coalición Canaria, con 82.000, uno; PNV, con 301.000 votos, seis; el partido animalista, con 219.000, cero, etc.) y con un modelo de Estado que nos lleva a la ruina, no está terminada, como afirman la mayoría de analistas: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. La oligarquía política de la Transición, PP, PSOE y separatistas, ha conseguido casi el 70% de los escaños, después de 40 años de incompetencia, corrupción y nepotismo a la mayor escala jamás conocida, que nos han llevado a crecer muy por debajo de nuestro potencial, y a pesar de la deuda, el paro y la mayor desigualdad de Europa que nos ha legado.
Pero el tema es peor, no solo el bipartidismo sigue vivo y dispuesto a ceder lo que haga falta a los separatistas, como siempre, sino que la incertidumbre y el miedo a los ‘bolivarianos’ totalitarios de Podemos, que no es un partido sino una amalgama de antisistema, ultraizquierdistas y anticapitalistas, hacen que a su lado el pacto PP/PSOE se vea como tabla de salvación. O sea, que ahora la gran esperanza reside en los grandes culpables de habernos llevado al borde del abismo, en el que si aún no hemos quebrado es solo y exclusivamente por el blindaje que nos ha ofrecido la irresponsable política del BCE desde 2012 de entregar ríos de dinero a gobiernos insensatos y corruptos sin control alguno, hipotecando el futuro de varias generaciones. Pero este disparate no durará siempre.
Han destruido la sociedad civil, la clase media, y una mayoría está tan adormecida y desinformada por unos medios al servicio de las oligarquías que es incapaz de ver lo que sucede a su alrededor. Fíjense por ejemplo en la última gran patraña, el IPC cierra el año en cero por el petróleo y el Gobierno explica ‘urbi et orbi’ que los jubilados han mejorado su poder de compra (¡el 0,25%!), pero hasta esa ridiculez es falsa. Si consideramos lo que realmente consumen los jubilados (una gran proporción en alimentación), su ‘cesta básica’ se ha encarecido en torno al 2,5%, es decir, que han perdido, no ganado, poder de compra. ¿Pero a quién creen más lo jubilados, a lo que les cuentan por la tele o a lo que ven en su casa? A la vista del 20-D, a lo que les cuentan en la tele.
Un fatídico 2015: el “año de la recuperación”
El año pasado fue, según Rajoy y sus secuaces, el “gran año de la recuperación”, con España como la locomotora de Europa. He explicado por activa y por pasiva lo obvio, que cuando un país necesita endeudarse en cuatro euros para crear uno de riqueza, no va a la recuperación sino al abismo, algo que entendería hasta un diputado. Pero antes de ir a cifras irrebatibles, déjenme que les explique cómo falsifican las cifras de contabilidad nacional. La economía ‘creció’ en un 3,2%, nos dicen, y esa cifra es la Biblia para unos medios que no contrastan y unos analistas que no analizan.
Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro (FUNCAS), explica así el proceso de elaboración de las cifras: “Rara es la vez que cuando se publican los datos detallados, el crecimiento del PIB difiere de la primera estimación hecha un mes antes. En pocos países pasa esto [en ninguno, en realidad]. La labor de los contables (del INE) es encajar, a veces a martillazos, la información disponible del PIB, que es incompleta, de forma que la suma sea la estimación inicial del mismo”. La estimación la realiza el BdE siguiendo las instrucciones del Gobierno. Prosigue Laborda: “Es decir, el proceso es inverso al que se hace en una contabilidad de verdad, que estima primero los parciales para luego sumarlos y obtener el total”. Aquí el Gobierno decide lo que hemos crecido en función de sus conveniencias, el BdE lo publica como ‘estimación’ y luego el INE cuadra como sea los indicadores parciales pero no los registros contables reales.
Un año después, con los registros contables se publica el crecimiento real, siempre mucho menor, a veces la mitad del que se dio por cierto. Pero dentro de un año, ¿a quién le importa lo ocurrido hoy? Debería importarle a la oposición, pero como esta hace lo mismo cuando gobierna, pues hoy por ti y mañana por mí, como ocurre con los dos millones de enchufados públicos que según Montoro han entrado en las administraciones públicas sin realizar prueba alguna o con pruebas a la medida. Por ello, veamos las cifras no manipulables más representativas de la marcha económica, las bolsas de valores, que además miden el enriquecimiento o el empobrecimiento de muchas familias, en especial de la clase media.
Dicen Rajoy y los medios a su servicio que 2015 ha sido el año en que hemos superado la crisis y somos la envidia del mundo. Si eso fuera cierto, la bolsa española debería estar a la cabeza de las bolsas mundiales, pero, ¡oh sorpresa!, está a la cola. El Ibex 35 ha caído un -7,1%, el Dax alemán ha subido un +9,6%, el CAC 40 francés un +11,9%; el Nikkei un +11% (se lo recomendé a principio de ese año); Nasdaq 100 un +7,1%; y a eso hay que sumarle un 12% de revalorización del dólar para obtener un +19,1% (también se lo recomendé vivamente y lo sigo haciendo hoy de cara a 2016). Y, ya el colmo, las bolsas de Portugal e Italia han crecido por encima del 10%.
O sea, la recuperación ha sido un desastre para los inversores. Si vamos a los grandes valores, a pesar de que Rajoy ha puesto el BOE a su servicio, han sufrido pérdidas: Santander (-30%), Caixabank (-25%), Repsol (-30%), FCC (-40%), OHL (-51%), Telefónica, el gran nido de enchufados de lujo (-9,4%), etc. Los analistas recomendaban esos valores y decían que el Ibex cerraría en 11.500, y este año, lo mismo. Es de broma, olvídense y compren índices: Dax en Europa y Nasdaq 100 en EEUU, en concreto en forma de ETF, DAXEX:GR, que cotiza a 95,08 euros y replica el Dax y QQQ:US, que cotiza a 111,86 dólares y replica el Nasdaq 100. Nunca se compliquen con acciones individuales y menos en fondos, que les cuestan un ojo de la cara y nunca baten los índices, y en el Ibex no inviertan un euro y saquen todo lo que tengan. No solo la rentabilidad será mucho mayor, más importante aún es que estarán a salvo de Rajoy, Sánchez o Iglesias si es que gobiernan.
Una década de ruina material y moral
Pero no ha sido solo 2015, el desastre de la Transición empezó hace 40 años. Desde entonces, España ha crecido por debajo de su potencial retrocediendo en términos relativos respecto a todos los grandes países. Para mayor claridad, veamos la última década. En 10 años con gobiernos del PSOE primero y del PP después, el Ibex 35 ha caído un -14%, el Dax alemán ha subido un +92%, el S&P 500, el mayor índice mundial, un +58% y el tecnológico Nasdaq 100 un +118%. Los gestores de las grandes empresas españolas han destruido valor para sus accionistas a lo grande en lugar de crearlo, pero lo han ‘creado’ a carretadas para sí mismos, han multiplicado por más de dos sus remuneraciones en el periodo y se han quedado tan anchos. La degradación ética y moral ha alcanzado niveles jamás conocidos, a juego con la corrupción en el sector público.
Si a la vista de este comportamiento de la economía, de la de verdad, de la que afecta a sus ahorros y a sus vidas, la clase media española sigue votando a los culpables, merecen todo lo que les pase. Y no han sido solo las inversiones en bolsa: para la mayoría de españoles que no tienen dinero para llegar a fin de mes y mucho menos para invertir en bolsa, la situación ha sido mucho peor. Hay tres millones de parados más que hace 10 años, 2,5 millones tirados en la cuneta sin cobertura ni prestación alguna. La remuneración de los asalariados como porcentaje del PIB ha caído tres puntos porcentuales hasta el 46,9%, la cifra más baja entre las economías avanzadas. A día de hoy, los empleos que se crean son tan miserables que, como denuncia Bruselas, no permiten salir de la pobreza.
El sistema de pensiones está quebrado y en dos años tendrán que reducirse un 20%, como media. En cuanto a la deuda pública, su crecimiento ha sido brutal. Se incrementaría en un billón de euros en 9,5 años, el valor del PIB, o en el 10% del PIB actual cada año. Jamás España ni ningún otro país europeo en tiempo de paz ha incrementado la deuda en tal cantidad en tan poco tiempo. Además, se trata de un proceso acelerado. La mitad corresponde a seis años de gobierno de Zapatero y la otra mitad a 3,5 años de gobierno de Rajoy. El precio de la electricidad ha subido un 76%, 400 euros más al año para la familia media, cuando apenas ha subido o incluso ha bajado en el resto de Europa.
Pero hablemos de lo más grave, de la vergüenza nacional, algo que a Rajoy y sus secuaces siempre ha traído al pairo. Hablemos de hambre: las personas atendidas por Cáritas han pasado de 350.000 en 2005 a 1,4 millones estimadas en 2015, y esta Navidad de la recuperación, cuando somos “la envidia del mundo” se han batido todos los récords, y para los dos tercios de los atendidos la comida de Cáritas ha sido su única comida en el día. Increíblemente, los responsables de esta catástrofe, el PSOE y el PP, en lugar de haber sido expulsados a patadas por los ciudadanos de la vida pública, son hoy la gran esperanza para millones de ellos. Y es que en este comienzo de 2016 somos un país a la deriva, en el que las ambiciones personales de tres irresponsables sin conocimientos, sin proyecto ni capacidad de liderazgo alguno pasan por encima de todo y de todos. España parece hoy más que nunca una tierra dejada de la mano de Dios.