La mayoría de los Gobiernos están financiando las medidas económicas excepcionales para paliar los efectos de la crisis con emisiones de Deuda Pública (bonos, letras, préstamos). Un ejemplo de ello es el Gobierno de España que utiliza este instrumento para financiar el déficit presupuestario para 2009, el rescate de los activos financieros “de máxima calidad” de los bancos, el “sudoku” de la financiación de las Comunidades Autónomas y los créditos extraordinarios concedidos a los Municipios, amén de avalar emisiones de otros Agentes públicos y privados. A su vez, las Comunidades Autónomas y Municipios también lo están utilizando en dosis peligrosas.   (foto: Jöao Amaral) Este instrumento parece ser el elixir financiero por excelencia, pero su utilización de forma descontrolada y sin la debida cautela puede conducir a una espiral de endeudamiento difícil de parar pues muchas veces se piden préstamos para amortizar otros que están apunto de extinguirse (efecto pirámide). La emisión de Deuda Pública se hace para evitar la financiación de los gastos por vía tributaria y así eludir las críticas sobre la presión fiscal que soportan los ciudadanos actuales, pero serán nuestros hijos lo que soportarán esa carga tributaria cuando tengan que amortizarla (traslado temporal de impuestos). Dichas emisiones pueden interferir en las disponibilidades financieras de los demás agentes de la economía nacional, restando medios financieros al sector privado al desplazar esos recursos hacia el sector público (efecto desplazamiento) y haciendo que los recursos que quedan sean más caros.   Además de estos efectos internos, hay que tener en cuenta la situación de los mercados financieros internacionales en los que próximamente vamos a ver emisiones de Deuda Pública de muchos países europeos (se estima en 2,2 billones de euros la deuda soberana a emitir). El entorno en el que van a competir los títulos españoles (estatales y autonómicos) va a ser muy duro: mayores exigencias de calificación, mayores tipos de interés, etc. Aun así la colocación de esos títulos no está garantizada como se puede observar en la última emisión de bonos de Alemania, que solamente colocó dos tercios de la emisión.

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