(foto: centrifuga*desaparecida) Desde la ventana Proyecto la imaginación en la laguna de la memoria y encuentro un antiguo espejo. El fuego resplandeciente atrae las miradas y encanta ingenuamente. Las llamas del hogar encendido son generadoras de espontáneas formas danzarinas, el hogar calienta y acompaña el silencio o las conversaciones de los reunidos a su alrededor; la ventana es la frontera transparente que comunica con el exterior. El fuego y la ventana son símbolos que definen la casa como caparazón de intimidad. En el ruidoso mundo, retumban sin cesar máquinas de control social productoras de conformismo, tecnologías que eliminan las distancias y gestionan el tiempo a la velocidad de la luz. El brillo de las pantallas encendidas construye prendidas miradas, miradas perdidas; cientos de canales informan monótonamente, forman los deseos y deforman la realidad. La televisión, convertida en calidoscópica ventana reductora de cerebros, penetra en nuestras casas sustituyendo al fuego del hogar. Ventana pequeña, horizontal y anuladora, por donde entra la arrogancia de la corte, la agresividad comercial y bufones atolondrados. Terremotos y detergentes, guerras y desodorantes, alegrías deportivas y matanzas indiscriminadas, son experiencias íntimas, minúsculas imágenes prefabricadas que se mueven en el salón. La saturación de simulacros y voces domesticadas, vertidas en la mente desde la más tierna infancia, explica la disminución de las capacidades de memoria y atención. Suplantando a la madre, al padre y al maestro, la televisión se convierte en la nueva niñera, providencia de hogares divididos o de padres muy ocupados. Anonadados espectadores son congregados al perverso guateque catódico, una omnipresente feria de vanidades, controlada, producida y reproducida por gigantescos y poderosos oligopolios sin control. Violencia, mediocridad, vulgaridad, trivialidad, escabrosidad… arcadias de distracciones de ilotas. El eclipse intelectual, moral y artístico responde a la complicidad, papanatería y cinismo de la fascinación por los medios de producción de comunicación y cultura; el interés corporativo sustituye al juicio crítico. Es difícil disociar enseñanza, televisión y cultura. Cultura, comunicación e información son hoy una única corporación ideológica. Los medios de comunicación de masas emiten lo accesorio y omiten lo fundamental, ninguneando a quienes sostienen criterios distintos. «La tele basura» nos encierra en «la caja tonta» de la partitocracia, que confunde el mundo con su propio discurso fetichista.