Son dos cosas muy distintas: el que en medio de una crisis financiera y económica se mantenga firme la democracia representativa, como ha ocurrido en EEUU, y el que la crisis sea la del mismo régimen político –mal llamado democracia-, como ocurre en Europa y en España en especial. En tiempos de crisis económica debe haber más fortaleza democrática, es decir, más representación del pueblo por parte del parlamentario y no la simple obediencia servil de este al jefe de su partido, aunque sea el Presidente, y, por otra parte, más ejercicio de la separación de poderes en el que el poder legislativo se muestre independiente del gobierno. El rechazo, el pasado 29 de septiembre de 2008, del Congreso de los EEUU al plan propuesto por Bush para “socializar las pérdidas” de unas concretas y grandes empresas bancarias revela unas características democráticas de sus instituciones impensables al otro lado del charco. ¿Es imaginable en España a un “Presidente del Gobierno-Jefe del Estado” obligado a pedir la aprobación urgente de un plan económico-financiero? ¿Para qué, si dispone del Real Decreto? Es más, ¿y que pasados unos días, el Congreso de los diputados –representantes en teoría del pueblo español- no lo apruebe? ¿Y que no se apruebe la moción por los votos del mismo partido del presidente del gobierno? Pues eso es lo que ha sucedido en EE.UU. Y ello, sin embargo, es una consecuencia del funcionamiento correcto de la separación de poderes y de la democracia representativa. Esa democracia de la que carecemos en España. Y no entramos en la materia o contenido del plan. ¿Por qué hacerlo si lo que queremos son unas reglas del juego político que permitan representación auténtica del pueblo, precisamente en las situaciones cambiantes e indeterminadas? Las instituciones son democráticas cuando el Legislativo es independiente del Ejecutivo incluso en tiempos de crisis económica-financiera. Jorge Bush en el FEMOM (World Economic Forum)