Rosa Díez (foto: UPyD) En la página web de Unión Progreso y Democracia (UPyD) puede verse un vídeo de propaganda que comienza trazando el contraste entre un anodino y desconocido diputado, cierre de lista de gran partido, y la flamante Rosa Díez que le ha arrebatado el escaño. La ficción se sirve de unas declaraciones del derrotado que resaltan, por comparación, la personalidad independiente de la única parlamentaria de UPyD, aprovechando precisamente que, de facto, puede actuar como si se tratara de una representante elegida directamente por los ciudadanos. La alusión no puede ser más explícita, pues cuando el ya ex diputado se pregunta dónde han ido a parar los votos, se responde falazmente: “me los quitó a mí”; como si el sistema proporcional español no fuera coto particular de los partidos políticos estatales, impidiendo sus listas cualquier elección personal por decisión colectiva. En la conmemoración del primer aniversario de su partido, Rosa Díez insistió en "regenerar la democracia para que los ciudadanos recuperen el control sobre la política". Semejante afirmación, aunque retóricamente quede bien, no pasa de ser algo intangible. Ante la señalada promoción, o escuchando las declaraciones de sus líderes, uno podría pensar que UPyD busca reformar la Constitución; y que tal reforma pretendiera conseguir que los atributos de los que presume su única diputada pudieran extenderse a todos los demás, convirtiendo el Congreso en un órgano verdaderamente representativo. Pero nada más lejos de las intenciones o de las acciones del joven partido. En su Manifiesto Fundacional ya lo dice claramente: “los ciudadanos deben elegir de acuerdo con las ofertas de los partidos”; subrayando, en su Programa, que pretenden un sistema electoral “más proporcional”, llegando a hablar de “distrito único a nivel nacional”. Así se muestra, UPyD, únicamente contrario a la distorsión autonómica, como deseando corregir que otro partido con los mismos votos totales que el suyo, caso del PNV, tenga seis escaños en vez de uno. Sorprende que la Sra. Díez, indignada, espetara: "un país no aprueba en democracia si el máximo órgano de representación de los jueces está formado por delegados de los partidos políticos"; ¡para no inmutarse porque suceda lo mismo en la supuesta Cámara de representación de todos los españoles!