L. Von Mises y F. A. Von Hayek Definición positiva de nación IV El pensamiento no puede ser un rasgo que determine a la nación. No hay pensamiento, con mayúsculas, que difiera entre individuos de distintas nacionalidades, como pretende demostrar la ideología nacionalista con su visión polilogista.20 No hay diferentes formas de lógica entre distintos grupos; ni por motivos de raza, género, clase ni nacionalidad. Afirmar la existencia de distintas formas de razonar es negar una lógica universalmente válida.21 El polilogismo suplanta la verdad universal objetiva por una verdad relativa subjetiva. Para el polilogismo no hay cuestión relativa a verdad o falsedad ni siquiera en principios existenciales cuando se enfrentan delante de miembros de distintas naciones. Y, en efecto, si no se puede apelar a la disquisición lógica, no ha lugar a la discusión de ideas. Así, resulta inevitable recurrir a la lucha armada.22 Sus defensores, para ser consecuentes, deberían sostener que, si el sujeto es miembro de la nación correcta, las ideas que emita han de resultar invariablemente rectas y procedentes23. La formación de la nación es el resultado de un proceso evolutivo milenario, que no podido ser diseñado deliberadamente por nadie, como el lenguaje, el derecho, la familia o el dinero. Y por mucho que la ideología nacionalista persista en su objetivo de moldear a los ciudadanos, mediante la coacción institucional, a su idea preconcebida y excluyente de nación, ésta no es sino un laborioso hallazgo de la civilización humana que ha facilitado el proceso de cooperación social entre los hombres; sin que la voluntad de ninguno de ellos, en concreto, haya podido ser única ni decisiva en su configuración. En consecuencia, el nacionalismo, que pretende apoderarse del Estado para imponer su conciencia nacional al resto, no puede tener una influencia decisiva en la determinación de la nación; pues esta les viene dada como un hecho existencial, lo cuál no es óbice para reprobar sus intenciones totalitarias. La nación es un hecho de existencia vital colectiva e involuntaria que cada generación impone a las siguientes sin preguntarles24, un orden espontáneo25 y vivo de interacciones humanas, constituido por una determinada serie de comportamientos pautados de naturaleza lingüística, cultural, histórica, religiosa y, con mucha menos importancia, racial26. Y conviene distinguirla del Estado aunque ambas reflejen realidades simbióticas. Éste es la parte imperativa de aquella, la base ejecutiva del poder político. Y la nación es el estrato material sobre el que opera el Estado. 20 Ludwig von Mises, La Acción Humana, pp 87-110. 21 Ludwig von Mises, Op cit pp 90 22 Ludwig von Mises, La Acción Humana, pp 178. 23 Ludwig von Mises, Op cit pp 92. 24 Antonio Garcia-Trevijano, Op cit. 25 Para F. A. Hayek, “los órdenes espontáneos surgen sin que hayan sido diseñados deliberadamente por nadie, a lo largo de dilatados procesos de evolución, que no persiguen fines globales determinados, pero que, paradójicamente, facilitan el surgimiento de relaciones entre los elementos del grupo, que a su vez, hacen más sencilla la consecución de los fines individuales que cada uno persigue, rebasando los límites impuestos al ser humano por la propia estructura de la mente, surgiendo, en dichos órdenes, relaciones y reglas de conducta tan abstracta que superan cualquier posible comprensión a través de sentidos y razón.” Cesar Martínez Meseguer, Teoría Evolutiva de las Instituciones, Segunda Edición, Unión Editorial pp 210. 26 Jesús Huerta de Soto, Estudios de Economía Política, Unión Editorial diciembre 1994 pp 198)