Catoblepas. Jan Jonston, Historia naturalis de quadrupedibus, Amsterdan 1614. El Catoblepas mira hacia abajo, porque mata a quien logra ver sus ojos. Cultura y consumo Higiénicas paredes de cristal, ligeras estructuras metálicas, galerías de arquitectura ausente, discreto igualitarismo para transeúntes de megalópolis; su transparencia e invisibilidad esconde la trampa que nos atrapa por sorpresa y nos engulle. Catoblepas entrometido que nos devora en el bulevar donde se construye nuestra educación estética. Exposición universal de la última atracción visual del arte contemporáneo. El continuo parpadeo de la gran industria de la imagen, trufada de publicidad, provoca una latente insatisfacción de nuestros deseos adormecidos y obtura nuestra imaginación. Estos voraces iconos se multiplican en el espacio público como principio y valor de dispersión, y más que seducir intimidan. Una maniobra que ahoga el despertar de cualquier inspiración artística que redima a la vista del extravío de las pupilas.   Una monumental alegoría de este fenómeno, de deterioro simbólico y polución mental, es la bella ciudad de Nápoles, convertida en un inmenso basurero apestoso, enterrada bajo la erupción de residuos; objetos inservibles, restos de imágenes y envases desechables. Esta oscura y entorpecida vida pública y política, apaga los apetitos privados, con las mismas frivolidades cívicas que la encienden. La comunicación generalizada desconcierta, la información en bucle decepciona y el abuso de la propaganda hastía. Confundidos cliente y ciudadano no hay tregua para la libertad de pensamiento. En ese vacío cultural se vende un humo inacabable que excita al consumo compulsivo. Neurosis colectiva en el cuerno de la abundancia, capaz de atraer las miradas distraídas durante desplazamientos, esperas, o desde el sofá doméstico.   La publicidad forma parte del comercio, el marketing es su fase suprema, la cara visible de los grandes negocios, la mano dura de una ideología de cruzada, cuya consigna es vender o morir. La moderna Ruta de la Seda es la mundialización instantánea, desde el barato hormiguero levantado por Mao, hasta el dispendioso consumidor de modas. La política se reduce hoy al beneficio a toda costa de los gigantes de la industria, vinculados a la comunicación, los que gobiernan el mundo. Un círculo de complicidades e intereses creados por las previsibles oligarquías estatales, sostenidas por la servidumbre y complicidad de sus votantes, fusionadas a las invisibles oligarquías financieras y especulativas del gran capital, aceleran una economía planetaria que se expande a ritmo bulímico. Un depresivo porvenir de gordos y ricos apremiados por todo en un arrogante desierto globalizado por nada.   SSegún el uso que hagamos del tiempo, la mirada y la imagen cambian. Pasan del icono al ídolo, del espejismo que engaña a la obra de arte que emociona. Dos extremos incompatibles del tiempo separan la cultura del consumo. Contemplamos en lugar de agitarnos. Se percibe en lugar de entrever. Se busca en lugar de repetir. Cuando la vista se posa en las cosas y los seres, descubre lo cercano y el horizonte, precisamente lo que más atemoriza a los tiranos y a los siervos voluntarios. El tiempo libre y la distancia mental son fundamentales para reflexionar la acción intelectual, artística o política. Tiempo noble y fecundo, la noción clásica del otium en la cultura libera las energías que abren la mente y el corazón.

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