El uso del pasado para apuntalar o minar el presente es costumbre contemporánea. Y la consciencia de ello ha llevado a los actores a ocultar o enmascarar determinados hechos a las generaciones posteriores. La evaluación histórica de los dos últimos siglos es así hoy el campo de batalla ideológico. Nadie puede presentarse honestamente como inocente o neutral, pero lo decente es desvelar previamente un criterio, basarse en hechos demostrables y mantener coherencia lógica en la reconstrucción. Mas no nos referimos aquí a lo estrictamente historiográfico, sino a la instrumentalización de pretéritos episodios sueltos que se usan de forma moralista para aleccionar sobre la actualidad política, como si fuera el presente lo que hubiera así de interpretarse. Tal maniobra resulta tanto más bochornosa cuanto más lejano el lapso temporal, ya que el anacronismo es brutal; y de ningún modo lo que hizo o dijo el personaje de antaño lo hizo o dijo en las circunstancias del ahora, más bien al contrario, son las conocidas circunstancias del ahora y lo que hizo o dijo aquel lo que hace inferir que aconteció una situación parecida para dar pie al paragón. Lo que realmente sucede en una pieza de este tipo, es que su autor busca en los archivos algún suceso o texto que pueda aprovechar para su propósito. El “actualismo” es algo común y perfectamente justificado, lo truculento es el trance de presentárnoslo como si fuera virtud profética de la antigüedad, invistiendo el discurso de magna y atemporal autoridad ajena, recreando así una especie de “intelectualismo histórico-moral”, aunque la conocida máxima se haya demostrado condición no suficiente, y no baste conocer la propia historia para no repetirla. El caso paradigmático es el historiador y periodista César Vidal, quien en su editorial diario en el programa radiofónico “La Linterna” de COPE, utiliza esto no como un recurso excepcional sino por costumbre, convirtiéndolo en su sello personal. Pero lo terrible de su discurso, así tan contundente, es que distribuye la energía por igual en denunciar los hechos y enterrar su causa, ya que las circunstancias del statu quo actual apuntalan también el partido del Sr. Vidal. Un claro ejemplo puede encontrarse en su alocución del pasado jueves, donde utiliza una frase del escritor latino Claudiano para desvelarnos la actual corrupción y despilfarro en España, cuya causa no está, en contra de lo que cabalmente podríamos pensar, en el orden político-institucional consagrado por la Constitución del 78 (autonomías inclusive), sino en algo que al presentárnoslo ácrono, por ende no tiene absolutamente nada que ver con ello: en palabras de Vidal, que “gente carente de la preparación adecuada (…) ha trepado a las más altas cimas del poder político”, corrosivo mal que ya anticipara el citado Claudiano en el año 399.