Zapatero y Rajoy Los dos partidos principales están absolutamente de acuerdo en las medidas que se precisan para combatir la crisis económica. Sólo les diferencia la expresión de un inmovilismo común, es decir, el partido de Rodríguez Zapatero ocultará en lo posible las privatizaciones que bendiga y las subvenciones prebendarias a empresarios amigos; el de Rajoy disimulará el mantenimiento de la inmensa mayoría de las medidas proteccionistas que ahora existen. Los soistas hacen hincapié en la demagogia populachera y los peperos en la demagogia eficacista.   Estatistas y privatistas hay en ambos partidos. Los primeros creen que el Estado, como un padre todopoderoso, proveerá de todo aquello que sea menester si el mercado, que consideran patrimonio de los ricos por naturaleza, colapsa. Los segundos creen que la milagrosa iniciativa individual impondrá la salubridad social si la regulación estatal se mantiene dentro de los límites que el respeto a la competencia y el mérito demanda. Socialistas, liberales y la inmensa mayoría de los analistas españoles dan por supuesto que nos encontramos en una mala situación económica encuadrada dentro de un contexto de prosperidad occidental sin parangón ni fin cercano. Pero, incluso aceptando esa fantasiosa máxima, resulta curioso que la crítica de una situación económica difícil se centre en las cuestiones técnicas que precisamente, según sus defensores-detractores, han conducido a la bonanza general.   Mientras PSOE y PP “transitan” la crisis de la mano, periodistas, políticos, tertulianos y pensadores se afanan en decidir si más Estado o más mercado en el mundo que acaba de ver cómo cuando el mercado -hipertrofiado por la seguridad física- pierde pie en la tierra de nadie financiera, cuenta con el aval del Estado para salir del atolladero. Estado y mercado son instancias inseparables hoy en día. Una vez más, lo único que cabe hacer a la ciudadanía es conseguir que quienes redactan las leyes que regulan el comercio, quienes juzgan a los estafadores y quienes velan por la seguridad de las transacciones mercantiles sean responsables ante ella de sus acciones.

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