Antonio Casares y Juan Seoane.
Hay que buscar soluciones inmediatas a una crisis que, prolongada sine die, nos aburre hasta el hastío, además de llenar las calles de mendigos y los hospitales de gente enferma a consecuencia de la depresión económica. Es una cadena infernal: la economía está enferma, la sociedad también y, con ellas, las personas. Los constantes escándalos de corrupción financiera y las corruptelas de todo tipo nos dan la clave. Proponemos aquí, sin más preámbulos, que se enseñe en las escuelas, en los institutos y en las universidades una especialidad a la que hasta ahora se ha prestado escasa o nula atención: la Cleptomanía. Aunque suene raro, hay una vasta tradición histórica, que va desde El Lazarillo y la picaresca a los modernos pícaros de guante blanco.
Robar es un fatum, un destino, algo que quizá esté escrito en las estrellas. Se ha robado tanto y con tan poco rigor a lo largo del tiempo que es necesario convertir el latrocinio en una disciplina rigurosa para que los futuros cleptómanos desarrollen su oficio eficazmente, sin correr el riesgo de ser cogidos in fraganti. Si robar es una actividad tan frecuente, hay que obligar a hacerlo con precisión matemática y con infalible rigor, algo así como establecer y hacer cumplir la ley de Newton de la mangancia universal, pero sin manzanas ni robaperas.
Llevamos siglos de retraso y de desventaja por no haber sabido explotar debidamente nuestras capacidades innatas para el robo, el pillaje, el hurto, la rapiña, el latrocinio y el saqueo. Es necesario el aprendizaje progresivo de esta disciplina científica para que el país progrese adecuadamente y nos convirtamos en el modelo universal del guinde. Nuestro referente no puede ser el caco Bonifacio. Además, estos estudios rigurosos y controlados al máximo mediante inspecciones periódicas y exámenes agotadores se podrían complementar con masters en el extranjero, como se hace con otras carreras relevantes con las que solo se busca prestigio social, dar un sofisticado braguetazo o, en su caso, un pelotazo para tratar de salvarse del marasmo económico en el que nos ahogamos. Seremos pioneros, y eso es ya una ventaja inestimable. Debemos hacer que el mundo se mire en nuestro espejo y nos admire con estupor. Por fin el pueblo más mangui de la tierra ocupará su lugar en la historia. ¿Puede haber mayor orgullo?
Seremos exquisitos: el atraco con violencia y sangre es poco edificante y nada pedagógico, por lo que queda descartado: hay que robar con finura, con elegancia, con arte, con seny. Hace falta sutileza, una visión estética del arte de robar, que ha de ser un dechado de perfección hasta alcanzar, si ello fuera posible, que lo es, lo sublime y, por qué no, un alto grado de misticismo. El robo y el arrobo -la vía unitiva- para lograr el nirvana del atraco perfecto, del golpe modélico. En los frontispicios de los edificios se pondrá en letras mayúsculas, emulando al lema de Auschwitz: EL ROBO OS HARÁ LIBRES. Insistimos: el profesorado tendría que ser altamente cualificado. No valdría, por ejemplo, un ladrón al que le han trincado (aunque solo sea una vez) con las manos en la masa. No valdrían los trincones fracasados, los ladronzuelos de baja estofa, la quincalla, la chatarrilla hurtadora. Los expedientes de los catedráticos y profesores que impartan las asignaturas han de estar inmaculados, vírgenes como el primer día. Hay que predicar con el ejemplo y elegir en las altas esferas que, al parecer, y esto es vox populi, es donde más proliferan. Tendrían que presentar un currículum adecuado y hacer unas pruebas exhaustivas de sus capacidades (no valen enchufes ni ser nombrado a dedo), eligiendo preferentemente entre aquellos cuya estirpe lleve milenios apropiándose por todos los métodos de lo ajeno sin que parezca un robo, como si dijéramos por derecho divino. Los terratenientes, por ejemplo, tendrían una oportunidad digna de su alcurnia. Pero, sobre todo, los prestamistas de postin legalizados, serían candidatos predilectos para dar clases en cualquiera de sus ramas a nivel universitario y alguno de ellos, los más pillos, los más respetados, los más prestigiosos, los cursos de doctorado. No nos digan que no suena bien: Doctor en cleptomanía y artes afines al afane y a otros fines espúreos regulados por ley.
Tampoco es cuestión de seguir dejando que los grandes chorizos se marchen a otros países. No más fuga de cerebros, conservemos nuestra materia prima, que es o puede llegar a ser de primera calidad, y una mina para el prestigio internacional de la nación. Que no ocurra como ha ocurrido con algunas eminencias que tuvieron que poner tierra de por medio para poder conseguir el éxito y el reconocimiento que en casa se les negaba. La exportación de ladrones, además de la de tontos, dicho sea de paso, sería un negocio redondo para este desvalido país, que escandaliza al mundo con sus guindes chapuceros y faltos de profesionalidad.
Esperemos que las autoridades académicas, tan proclives a la indolencia y al que inventen ellos, no lo echen en saco roto y tomen urgentemente las medidas oportunas para crear esta carrera con grandes expectativas de futuro. Serán ladrones con pedigrí, con estudios de cleptomanía comparada, merecedores de ser confrontados con los grandes economistas salidos de Harvard o los prestigiosos filósofos de La Sorbona. Un Keynes del latrocinio, un Sartre de la mangancia, un Einstein bursátil, un Juan de Herrera enriquecido con la burbuja inmobiliaria, un poeta que plagia poemas a diestro y siniestro sin ningún pudor en nombre de la intertextualidad.
Pero basta de disquisiciones. He aquí –grosso modo-, expuestas de manera asistemática, como meras sugerencias, algunas de las materias que se podrían impartir, distribuidas en varios cursos progresivos con sus módulos correspondientes: Antropología: ¿Fue el hombre un ser creado para robar o para ser robado?. El ADN de los homínidos y la querencia humana a apoderarse de lo ajeno. Robo y parentesco: la confianza como vehículo para esquilmar las cuevas ajenas en la era de Cromagnon. El homo erectus y el robo de la parienta del prójimo por proximidad. El robo como motor de la historia. Análisis estructural de la frase de Proudhon La propiedad es el robo. Aspectos religiosos de la mangancia. Influencias de la brujería: robo por arte de magia. Los tesoros de las monarquias, paradigma del expolio universal. Gramática del robo: conjugación del verbo robar en todos sus tiempos y modos. Semántica de la palabra chorizo en sus diversas acepciones: principales diferencias entre el chorizo arrabalero y el chorizo de Cantimpalo. La etimología popular: Urtangarin por Urdangarin. El chiste y su relación con lo inconsciente: Talonmano como barbarismo. Ética del robo. Moralina y fariseísmo: reprimenda y santificación con hisopo e incienso en las misas dominicales. La democracia de campanario y su repercusión en el comportamiento de las oenegés. Contemplación y éxtasis en la figura del oenegeta. Metafísica del guinde: el más allá, el más acá, y la salvación de los que tienen bula para el saqueo. Estética del robo: los ladrones de obras de arte. Geografía del pillaje: porcentaje de ladrones por milímetro cuadrado. Influencia de la literatura oriental en la occidental: Alí Babá y los cuarenta ladrones. La figura del guardaespaldas y la protección del delincuente de alto copete. La perversión polimorfa en el robo del bolso a las viejas. El euro y el hurto por redondeo: un negocio redondo. Demostración ad oculos que los ladrones somos gente honrada. Matemática cuántica: cálculo diferencial del robo desde los primitivos hasta nuestros días. La teoría de la relatividad o cómo todo depende de quién robe o a quién. La progresión geométrica de la mangutería en tiempos de crisis. Un caso excepcional: ¿por qué Messi siempre les roba la cartera a los defensas del Madrid?.
Clases prácticas: el carterismo, teoría y práctica in situ a cargo de prestigiosos carteristas recién salidos del maco. Ética del manguta: devolución a sus víctimas, como antaño del DNI, del carnet de falange y de las tarjetas de crédito caducadas. El ladrón arrepentido, reeducación y reintegro de lo robado. Exigencia ineludible de que los grandes robadores, devuelvan hasta el último céntimo para acabar con la alarma social y con la impunidad manifiesta. Iniciativas democráticas para la legalización del robo: reinserción en las cárceles basada –conditio sine qua non– en el aprendizaje de la profesión y amnistía general para los ladrones de gallinas, quincallería y objetos sin valor.
Esta enumeración arbitraria es abierta y cada uno puede poner su granito de arena hasta completarla y dejarla en manos de una comisión de expertos que elevarán, si procede, a rango de ley esta carrera que deseamos institucional y cuya perentoria necesidad hacemos pública para difusión y debate, en aras del bien común y de la prosperidad de este país al que algunos cleptómanos de poca monta le quieren robar hasta el nombre y no le roban el apellido porque no lo tiene.
Fotografía de philosophicalanthropology