(Foto: Soniko) Charada La izquierda abertzale radical anunció el pasado 27 de noviembre en un hotel de Pamplona, prohibiendo hacer preguntas a los asistentes, que próximamente iniciará los trámites para la legalización de un nuevo proyecto político, un nuevo partido que “rechazará” la violencia y acatará la Ley de Partidos, a pesar de su carácter “antidemocrático y su utilización política y arbitraria”. Allí estuvieron presentes unos 300 representantes, entre ellos el ex miembro de la Mesa Nacional de Batasuna, Rufi Etxeberría y la alcaldesa de Hernani. El término “rechazo” ya había sido defendido, quince días antes, durante el juicio en la Audiencia Nacional por Arnaldo Otegui. Etxeberría, al final de la lectura de un extenso documento anunció que, pese a que consideran que la Ley de Partidos es “antidemocrática”, los estatutos del nuevo proyecto se elaboraran en “conformidad” con dicha Ley y serán presentados próximamente. En diciembre se conocerán sus nuevas siglas. Batasuna, cuya intención es presentarse a las próximas elecciones de mayo de 2011, municipales y forales, hace un desmarque simbólico sin romper con su inseparable ETA, por lo que no la condena en ningún momento ni tampoco hace referencia a la misma. Reconoce que la Ley de Partidos es antidemocrática pero entra en el juego del Estado de Partidos que tan buenos dividendos e impunidad le puede continuar aportando. Todo esto lo perpetran sin esperar a que ETA declare el alto el fuego reclamado por los firmantes de la Declaración de Bruselas. El felipismo nos vuelve a presentar su cara más violenta y su nueva alianza con los terroristas. El ministro de Interior y flamante Vicepresidente Primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, necesita hacer creer, con vistas a las elecciones Generales de 2012, que ha terminado con ETA, que ETA ya no existe, que todos los terroristas son buenos y se han reinsertado en lo “políticamente correcto”. Tiene que continuar poniéndose condecoraciones. Nos falta por ver si el Ministerio del Interior legaliza a la nueva formación que se decanta por un “Estado vasco y una Euskal Herria unida, independiente, euskaldún y socialista” y a la que el Partido Nacionalista Vasco ya ha dado su visto bueno. Claro que si cumple todos los requisitos, que los cumplirá, de su Ley de Partidos, todo quedará perfecto, aunque ETA siempre vuelva a matar cuando les interese a todos. Es el nuevo juego del felipismo en el siglo XXI y su connivencia con ETA; antes ya tuvimos la guerra sucia de Felipe González. Eran otros tiempos. El terrorismo de ETA solo puede terminar cuando la sociedad civil española conquiste su libertad política, hoy secuestrada por la Monarquía de partidos. En este caso es la sociedad civil vasca la que debe ser consciente de que las nuevas siglas que aparezcan en el panorama político vasco responden a una charada que desemboca en la palabra Terrorismo, y que sus componentes solo ambicionan, dirigidos por el cabeza de lista del partido y dirigentes del propio partido, en complicidad con el Ministerio de Interior, sentar a terroristas en los sillones de las altas Instituciones del Estado. ¿O acaso ya los tenemos sentados desde hace tiempo? Sería cuestión de una nueva charada.