La fama de los intelectuales no guarda relación en España con el talento o la competencia. Aquélla, salvo raras excepciones, depende del oligopolio editorial, de la propaganda oficial, y del oportunismo político. El caso del profesor Savater resulta paradigmático. Los clásicos distinguían entre el estilo de una filosofía sólida y rigurosa, pero inevitablemente pesada, y el de otra, que debe procurar ser amena, aunque pueda incurrir en frivolidades e inconsistencias. Pero a un mero divulgador de grandes pensadores no cabe encuadrarlo ni siquiera en el campo de la filosofía mundana. Tampoco es un epígono de los filósofos que iniciaron en el siglo XX una gran revolución (Husserl, Russell) que fue seguida por otra no menos grande (Heidegger, Wittgenstein); Savater no llega a alcanzar la categoría de posfilósofo. El cinismo, el hedonismo y el escepticismo son modalidades de una moral que no puede cimentar una ética comunitaria. Y si la moral que soporta a la ética política es la racional, el que nunca se ha preocupado de transformar la partidocracia en una democracia no deja de ser un posrazonador. A pesar de ser uno de los más feroces enemigos de la poesía y de lo imaginario, Platón fue uno de los mayores creadores de mitos que ha conocido el pensamiento universal. En uno de sus diálogos, se refiere al amante “de la sabiduría o de la belleza” como si éstas fuesen realidades indistintas, ya que la belleza es lo “más resplandeciente” y por tanto ilumina todo lo demás. Alejado irremisiblemente de la filosofía perenne, quizá Savater, desde una zona residual, haya querido adoptar el punto de vista estético de los pensadores que, como Unamuno y Santayana, fueron capaces de escribir novelas. Este antiguo libertario y moderno estadólatra ha sido recompensado con un Premio llamado Planeta, que se convoca como si fuese un acontecimiento cultural (La Fiera Literaria dixit), cuando no es más que una grosera operación de mercadotecnia editorial. Si el principio de toda filosofía es el hecho de maravillarse ante todo lo que es como es, en la trayectoria de este patriota constitucional no puede sorprendernos que haya sido el ganador de un concurso fraudulento, con una novela cuya trama gira alrededor de una carrera de caballos. Éstos no son los talentos culturales merecedores de prestigio público. Fernando Savater (foto: wicho)