El presidente del congreso de los diputados, José Bono, tras perder la iniciativa de homenajear a sor maravillas con una placa conmemorativa en el Congreso y la de celebrar los treinta años de la Constitución mediante la lectura de la carta otorgada, por personajes famosos como Nadal o Casillas, se ha referido a la reforma de la ley electoral (LOREG 1985).   Para Bono, la ley electoral debe reformarse para que "los electos se sientan mucho más cerca de los electores que de las cúpulas de los partidos que elaboran las listas electorales" ya que "se puede tender a llevarse mejor con los que hacen las candidaturas que con los que hacen las elecciones", lo que para él "tiene algún peligro". Bono puso como ejemplo el sistema británico en el que los representantes tienen vínculos más fuertes con los electores que con el presidente que después los elije para el gobierno. El presidente del congreso reconoce así de forma explícita lo que denunciamos en el MCRC: que los partidos no funcionan democráticamente por lo que incumplen la utópica norma constitucional y que los representantes lo son únicamente de sus jefes de partido siendo apenas un espectro presentativo de la sociedad civil.   José Bono (foto: Chesy – Fotos CC) Sin embargo, Bono no sólo no se atreve a proponer el sistema mayoritario uninominal en distritos o mónadas, a doble vuelta y con capacidad de revocación del mandato por parte del elector, como proponemos en el MCRC, sino tan siquiera el modelo anglosajón o francés que no contemplan la revocación del mandato ni la doble vuelta para evitar la paradoja de Arrow como hacemos nosotros. Según las palabras de Bono "me parece que, a estas alturas, se podría hacer un acercamiento suave, pero no exagerado, a que los electos se sientan mucho más cerca de los electores que de las cúpulas partidistas que hacen las listas" y propone encontrar formas combinadas con distritos pequeños y distritos más amplios para componer el congreso de los diputados, descartando el sistema mayoritario uninominal.   La desfachatez de la clase política no tiene límite, ya que no sólo reconoce ya la falsa representación de los ciudadanos en el congreso sino que con un aire de displicencia y de distante soberbia afirma que se podría hacer un acercamiento "suave pero no exagerado" estableciendo el carácter de una reforma inefectiva en lo que a la representación atañe. En el fondo los políticos no temen tanto al terrorismo como al pueblo, al fin y al cabo aquel le proporciona los votos ignorantes y bienintencionados de los siervos voluntarios del Estado de partidos.

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