Debate sobre el estado de la nación (foto: Partido Socialista) Bocas de ganso y mentes de jesuitas La filosofía se desarrolló en Grecia como respuesta a preguntas artesanas sobre la función, en la naturaleza, del artífice de objetos formales, incluso mentales. La dialéctica socrática fue una reflexión artesanal que reveló la superioridad del sentido común frente a la retórica de los sofistas. La inteligencia racional brotó como una necesidad de comprender el porqué y el para qué del oficio humano. Pero hay oficios que necesitan, para cumplir bien su cometido, la atrofia o la sofisticación de la inteligencia. El obrero que repite maquinalmente en la cadena fabril un mismo y sólo movimiento, sin captar el significado del producto final, oficializa la falta de inteligencia en la última tarea de la división del trabajo. El oficio de portavoz, el de prestar la voz propia a la mente ajena, se constituye en arquetipo de esterilidad intelectual cuando, no realizando una interpretación artística o dramática, habla por boca de ganso. Los voceros del gobierno hablan con palabra entrecortada de poder mientras los portavoces de los grupos parlamentarios, con retórica de apoderados de la sociedad política, meten sofisticadamente, en la sociedad civil, la pata. La de la incultura democrática. Los jesuitas, teniendo que habérselas con personas de todas las condiciones, necesitaban disponer de casuistas que se hicieran cargo de semejante diversidad. Unos pocos se dirigían a los rigurosos, mientras que una mayoría de casuistas ofrecían sus servicios a los muchos que prefieren la laxitud. Para su conducta moral el cristiano tenía ante sí dos opuestos: la severa y austera exigencia de los jansenistas y el relajamiento del sistema jesuítico. Con la doctrina de las opiniones probables, la Compañía triunfó y consiguió extenderse por toda la tierra. Las concepciones antidemocráticas del poder consideran al pueblo menor de edad y a la verdad informativa, patrimonio privado de la clase dirigente. El problema moral de decir la verdad está resuelto, en la conciencia católica de los poderosos, por la retórica jesuítica. El arte de disimularla, de provocar el error, sin simular directamente el engaño. La ocultación de la verdad, a la que se presta la red mediática, niega a los ciudadanos la posibilidad de adquirir una conciencia efectiva de su responsabilidad.