Entre los siglos VI y III antes de Cristo, grandes maestros del pensamiento, rindiéndose ante la evidencia de la guerra, omnipresente en China, elaboraron teorías para convertirla en un mal menos pernicioso o incluso hacerla desaparecer el mayor tiempo posible. “El arte de la guerra” de Sunzi analiza, sin trivialidades, la guerra, los mecanismos de manipulación del ser humano (el espionaje, el engaño sistemático, las maniobras de distracción) y exhorta a informarse detalladamente de lo que caracteriza al enemigo: su disciplina o desorden, su poderío y sus flancos débiles, sus temores y lo que sostiene su moral de combate, las peculiaridades de su territorio, adaptándose con total fluidez, como el agua, a los accidentes geográficos y a los movimientos de su contendiente.   El libro de Sunzi también muestra cómo provocar que el enemigo, sea quien, sin saberlo, llegue a crear la situación más propicia para vencerlo. Las masas, para el estratega, constituyen la máquina de guerra o el ganado sacrificable: “El santo” -que sería el rey o el general, con un poder absoluto sobre sus huestes- “no es humano, trata a los hombres como perros de paja”. La implacable frialdad ante los fenómenos bélicos excluye cualquier apasionamiento: “El soberano no debe movilizar las tropas movido por la cólera, ni el general acudir al combate movido por el resentimiento”.   En el avispero de Oriente Próximo, las provocaciones y las celadas se atribuyen tanto a los israelíes como a los palestinos; unos acusan a los santones de Hamás de camuflarse, sin el menor escrúpulo, entre la población civil; otros, indican que el Tsahal quiere culminar en Gaza lo que no logró, hace dos años, contra Hezbolah en el Líbano.   Más allá de la iniquidad intelectual que enarbola “holocaustos” y “genocidios”, no tiene sentido, o es una completa idiotez que no ayuda en absoluto a la causa de la paz, pensar que el mando israelí elige deliberadamente objetivos civiles –otra cosa son los errores, que, en la guerra, no son excepcionales-. La matanza de personas inofensivas incrementa la cohesión social del pueblo y el ejército contrarios, y quebranta la coherencia interna de las opiniones públicas que sostienen la decisión de combatir de sus Gobiernos.   Por la paz en Palestina (foto: Carlos Capote)

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