El Gobierno está cuantificando el agujero de Bankia, pero teme que su quiebra arrastre a la de todo el sistema bancario. Por eso su situación volvió a analizarse en Radio Libertad Constituyente. Es normal que los accionistas vean rebajado el valor de sus acciones, porque han corrido el riesgo de seguir la suerte del Banco, pero es aberrante e injusto que  Bankia equipare la condición del accionista con la del cliente o depositante,  que firmó las denominadas “preferentes”, sin saber ni conocer que no podría retirar el dinero jamás (a perpetuidad). Incluso para un experto jurista es muy difícil comprender esta clase de título valor que vincula a un depositante de dinero a la suerte del banco, como si fuera accionista o socio del mismo.  Los adquirentes de las preferentes no sabían la naturaleza juridica del producto bancario que les ofrecían los directores de sucursales y agentes comerciales de Bankia.  Hubo engaño y hubo delito. Los titulares de esas preferentes han sido estafados. La responsabilidad penal es ineludible. Sobre todo porque hay abundantes pruebas documentales de que los directores y agentes aseguraban a sus clientes que podrían sacar el dinero cuando quisieran.  Es  un delito y tendrá que perseguirse. El problema añadido es que los otros depositantes, los normales en cuenta corrientes,  dependen del Fondo de Garantía de Depósitos, que también está quebrado, y el Estado ya no puede dotarlo de fondos sin permiso de Bruselas.

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