Ciertamente es un lugar común distinguir entre la política y lo político. La política en la España de hoy es una astracanada bufa que la partitocracia interpreta a diario para nosotros. Es el teatro de la gran mentira que nos cuenta que decidirnos entre un partido político u otro puede cambiar algo en nuestras vidas. O más divertido todavía, es eso de que entre los partidos políticos hay diferencias ideológicas de peso y no meras peloteras personales por ocupar los cargos públicos. La política es, y siempre será, la lucha por el poder, pero el régimen actual impide que elijamos a las personas, con nombres y apellidos, que lo ejerzan. Los repúblicos no nos metemos en esas lides; la picaresca no es lo nuestro.
Otra cuestión es lo político. Las tensiones por los planes para el país, la economía nacional e internacional, la revitalización del Estado frente a la globalización, y otras cuestiones de este calibre sí son batallas en las que merece la pena luchar. Habría que pensar por qué los repúblicos casi no tenemos capacidad de influir en este terreno, así que propongo que lo debatamos un domingo que haga bueno.
Un tema esencial de lo político es el tipo de energía consumimos y qué empresas públicas o privadas abastecen a nuestro país. De hecho, es algo de una importancia sistémica: sin electricidad, por ejemplo, o con una defectuosa, nuestra sociedad se extinguiría en pocos días. Sin embargo, mientras se nos deleita con chascarrillos de los partidos, con los dilemas existenciales de Leo Messi o con la telenovela de la familia Pantoja, la distribución energética o de combustibles se decide entre bastidores. La ciudadanía ni pincha ni corta en algo en lo que les va literalmente la vida. La falta de libertad política es eso, ser espectadores mudos de lo que acontece en la esfera pública por muy esencial que sea para el país.
Si pretendiera que sé algo de este tema ameritaría el doctorado cum laude en cuñadismo. Pero sí puedo aconsejarles modestamente la escucha de un podcast en el que participo: Triálogos. En el episodio 22 contamos con un invitado de lujo, el catedrático Ángel Cámara Rascón, un experto en minería y fuentes de energía que con buena pedagogía y mucha paciencia nos explica a los legos que, contrariamente a lo que se piensa, el fraking bien hecho es más seguro que las formas tradicionales de extracción de petróleo, y que recurriendo a este nuevo método en Canarias tendríamos petróleo para más de treinta años; o que ahora la extracción del carbón ya no contamina y que en Europa hay reservas para doscientos año, y más datos que harán plantearse al oyente lo poco que sabemos en general de algo tan importante, y lo mal que nos explican estas cosas los medios de comunicación.
La posibilidad de autosuficiencia energética de España contrasta con todas las noticias que nos llegan de corporaciones extranjeras comprando casi la totalidad de las empresas energéticas nacionales, con el riesgo que eso supone, o nuestras esclavitudes hacia los países que nos proporcionan el gas o el petróleo. También llama la atención que tengamos unas de las leyes más draconianas contra el cambio climático, una que prohíbe incluso la investigación sobre hidrocarburos, cuando potencias mucho más contaminantes que España ni se plantean limitar su uso.
¿Qué intereses oligárquicos y globales hay en ello? ¿Por qué hablar de autosuficiencia energética está vetado? ¿Por qué nos dan tantos argumentos en contra de ella supuestamente ecologistas que luego resultan ser falsos?¿Cuántas horas duraría Sánchez en la presidencia del Gobierno si defendiera la independencia energética de España?
Ésta y otras cuestiones de lo político son las que tendríamos que debatir los repúblicos, creo yo. La primavera sería una estación propicia para ello, hace buen tiempo y se puede conversar en espacios abiertos.
Estoy de acuerdo con el argumento base de la necesidad de la autosuficiencia energética, pero esta no se debe basar en terminar de explotar los recursos fosiles que tenemos sino en una transicion a un modelo sostenible tanto con el medioambiente como en el tiempo. Si se quiere hacer las cosas bien no piensas solo en grandes soluciones para tu generación, sino a la tuya y las venideras.