El pensador, Rodin Arte de pensar Todos los seres humanos tienen la facultad de pensar; muchos, la de conocer las ideas o pensamientos ajenos; pocos la de transmitirlos a otros con fidelidad; y algunos, la de crear pensamientos que no sean intuiciones inteligentes o meros razonamientos lógicos. Aquellas, no traspasan el umbral de la poesía. Éstos, no avanzan hacia algo nuevo. La conclusión está ya contenida en la premisa. Todo razonamiento es una tautología, con la lógica por instrumento Pensar tampoco es decir pensando, lo que todo el mundo dice sin pensar. Los actos de pensar que conocen su destino no son más que alegatos El proceso de elaboración de pensamientos originales, es decir, críticos y fundadores, es muy parecido al de las grandes obras de arte. Del mismo modo que la obra es el resultado del obrar, el pensamiento lo es del pensar. Y así como el artista creador ha de vencer la resistencia de la materia, el pensador debe enfrentarse con la del lenguaje. La palabra exactamente adecuada es el pequeño ladrillo con el que se construyen los grandes pensamientos. El artista se diferencia del artesano en que no tiene en su cabeza el diseño completo de lo que desea ejecutar. El proceso de ejecución transforma la intuición primera y dicta las reglas para su acabamiento en obra de arte. El pensador se distingue del profesor y del erudito en que no sabe de antemano a qué pensamientos le conducirá su incesante búsqueda de la verdad. El arte de pensar rehúsa las sensaciones, las rutinas mentales, la cultura envolvente. Recorre su camino con el paradójico bastón que le permite pensar con el esfuerzo de no pensar. Aquí no rige la entropía. Deshacer lo pensado mal cuesta más que pensar bien. Sólo construye quien destruye. Y para pensar bien, el proceso del pensamiento ha de ser individual. Si la acción es asunto de muchos, el pensamiento concierne a una sola persona a solas consigo misma. La persecución de la verdad impone sereno equilibrio al proceso de pensar, no necesitado de gozos ni de penas. Si la Naturaleza pensara, rechazaría de su pensamiento todo atisbo de tragedia o frivolidad. Los pensamientos denotan su falsedad cuando son trágicos o frívolos. “Todo pensamiento triste deviene sospechoso” (J. Green).